Fernando Muñoz, nacido en Tarancón, guardia del corps, amante de la reina Maria Cristina, posteriormente esposo, marqués de Riansares-Riánsares, exilado, conspirador, negrero, ... , padre de los Muñoces, le fué adjudicado el muy irónico mote de Fernando VIII
Una interesante historia que genera una sonrisa exterior. Un buen rato pasado al adentrarme en el estudio del personaje.
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Amor y Violencia de la españa del siglo XIX.
La herencia del Wellington y del Napoleón.
La Pepa de protagonista y antagonista.
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Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, amante y esposo de la
Reina-Regente María Cristina, padre de los Muñoces o tambien llamados Riansares, le fué adjudicado el
muy irónico mote de Fernando VIII
María Cristina, madre de la reina-niña Isabel II, a los tres meses de morir Fernando VII tras tres años de matrimonio, la joven de 27 años casó el día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre de 1833, con su amante, el joven y atractivo sargento de su guardia del corps Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, con el que tuvo ocho hijos.
En los corrillos populares se decía que "la Regente es una dama casada en secreto y embarazada en público, también se cantaba:
María Cristina, madre de la reina-niña Isabel II, a los tres meses de morir Fernando VII tras tres años de matrimonio, la joven de 27 años casó el día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre de 1833, con su amante, el joven y atractivo sargento de su guardia del corps Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, con el que tuvo ocho hijos.
En los corrillos populares se decía que "la Regente es una dama casada en secreto y embarazada en público, también se cantaba:
"Clamaban los liberales
que la reina no paría
y ha parido mas muñoces
que liberales había"
coplilla de los carlistas, en la primera guerra carlista contra los liberales que eran apoyados por Inglaterra y Francia, que
llegó a trasladar a la Legión extranjera para luchar contra los
carlistas.
María Cristina me quiere gobernar,
y yo le sigo, le sigo la corriente,
porque no quiero que diga la gente,
María Cristina me quiere gobernar.
Cancioncilla de
significado
incierto, o la cantaban los
Carlistas para burlarse de la Reina, o los liberales o era una
sátira hacia Fernando VIII Muñoz su esposo y amante, y está relacionada
con el
vocablo "güiri". La Historia y leyenda de la Reina gobernadora, viuda
de Fernando VII, madre de Isabel II y algo más la podemos escuchar en
http://www.ivoox.com/maria-cristina-borbon-me-quiere-gobernar_md_492947_1.mp3
Subido por SuperSalteador el 24/03/2010
Cantinflas "El Bombero Atómico" (1950)
Canción cantada en aquellos
años del XIX, y de gran influencia en el ámbito hispano, el gran
Cantinflas nos la recuerda con su genial interpretación en el "Bombero
atómico".
maria cristina me quiere gobernarSubido por SuperSalteador el 24/03/2010
Cantinflas "El Bombero Atómico" (1950)
Subido por Boicot el 11/12/2006- Una de las escenas mas graciosas de cantinflas, la parte cuando saca la navajota! jajaja
Otra visión de esta canción la encontramos en El centenario de Ñico Saquito, el autor de María Cristina me quiere gobernar , y muchas otras...
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Discordias entre liberales y conservadores-moderados, crisis social y económica en todo el país, el 12 de agosto de 1836 la Rebelión de los Sargentos conocido como motín de La Granja, amenazan a la regente con matar a su amante Fernando, por lo que la reina aceptó el trágala y asume la Constitución de 1812 "La Pepa", en un interin que daría como resultado la Constitución de 1837.
Los sargentos del segundo Regimiento de la Guardia Real exigiendo la restauración de La Pepa del 1812 a la Reina Regente
María Cristina, firmando por imperativo de los sargentos de la Granja el decreto del cambio de constitución
Los conflictos continuaron hasta que el general Espartero, duque de la Victoria y Príncipe de Vergara por su triunfo sobre los carlistas, dió el golpe de estado de octubre de 1840, por el que fué nombrado regente en la minoría de edad de Isabel II que contaba 10 años, saliendo María Cristina con los Muñoces hacia el exilio en París, desde donde conspirarían desde sus posiciones trasnochadas y ultra reaccionarias. La crisis social y económica continúa, con levantamientos y sublevaciones.
El conde de Romanones se refiere a Isabel II de este modo: "A los diez años Isabel resultaba 'atrasada', apenas si sabía leer con rapidez, la forma de su letra era la propia de las mujeres del pueblo, de la aritmética sólo sabía sumar siempre que los sumandos fueran sencillos, su ortografía pésima. Odiaba la lectura, sus únicos entretenimientos eran los juguetes y los perritos. Por haber estado exclusivamente en manos de las camaristas ignoraba las reglas del buen comer, su comportamiento en la mesa era deplorable, y todas estas características, de algún modo, la acompañaron toda su vida." Todo esto adornado con un carácter muy temperamental, apasionado y de ardiente sensualidad; años más tarde llegaría Amadeo, la Gloriosa, la I República....los levantamiento Cantonales,....Pavía..etc.
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Fuente: GoogleBooks
Sinopsis
Esta obra gira en torno al actual Rey de
España, Juan Carlos de Borbón y Borbón. Como se dice al comienzo del
libro, es una autopsia periodística de una monarquía (y de su cabeza
visible) que está muerta (aunque ella no lo sepa) y que, tarde o
temprano ha de dar paso a la III República, en una nueva muestra
dialéctica de la lucha entre Tanatos y Eros, entre las tinieblas y la
luz. En sus páginas, el lector conocerá profundamente al monarca,
recorriendo con rigor y humor todo aquello que le concierne: sus
muertos, sus hermanas, su mujer, sus descendientes, sus amantes, sus
amigos, sus enemigos, sus títulos, sus bienes, sus negocios...
Agustín Fernando Muñoz y Sánchez - Wikipedia
Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, Funes y Ortega, I duque de Riánsares, Grande de España, I marqués de San Agustín, I duque de Montmorot (Tarancón, 4 de mayo de 1808 – Le Havre, 13 de septiembre de 1873), fue un militar español, caballero del Toisón de Oro y segundo esposo de la Reina Gobernadora María Cristina de Borbón-Dos Sicilias.
Familia
Su padres fueron Juan Antonio Muñoz y Funes, I conde de Retamoso y I vizconde de Sabiñán, y su mujer Eusebia Sánchez y Ortega.
Matrimonio y descendencia
Contrajo en secreto matrimonio morganático con María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, madre de la reina Isabel II, en Madrid el 28 de diciembre de 1833 y tuvieron cinco hijos y trés hijas:
- María de los Desamparados Muñoz y de Borbón, I condesa de Vista Alegre (1834 - 1864)
- María de los Milagros Muñoz y de Borbón, I marquesa de Castillejo (1835 - 1903)
- Agustín María Muñoz y de Borbón, I duque de Tarancón, Grande de España, I vizconde de Rostrollano y Príncipe de Ecuador (1837 - 1855)
- Fernando María Muñoz y de Borbón, II duque de Riánsares, Grande de España y II duque de Tarancón, Grande de España, II marqués de San Agustín, I conde de Casa Muñoz, II vizconde de Rostrollano, I vizconde de la Alborada (1838 - 1910)
- María Cristina Muñoz y de Borbón, I marquesa de la Isabela y I vizcondesa de la Dehesilla (1840 - 1921)
- Juan Bautista Muñoz y de Borbón, I conde del Recuerdo, I vizconde de Villarrubio y II duque de Montmorot en Francia (1844 - 1863)
- Antonio de Padua Muñoz y de Borbón (1842 - 1847)
- José María Muñoz y de Borbón, I conde de Gracia y I vizconde de la Arboleda (1846 - 1863)
Militar de escaso rango, Sargento, pertenecía al servicio de Palacio. Debido al secreto de la primera boda, la celebraron oficialmente con expreso consentimiento de la Reina Isabel II el 12 de octubre de 1844. En junio de 1844 fue nombrado Grande de España y se constituyó el Ducado de Riánsares para otorgarle el título. Al día siguiente de la boda oficial fue nombrado Teniente General y Senador vitalicio. Su hijastra la reina Isabel II le concedió el Toisón de Oro. Adquirió más tarde el título de Marqués de San Agustín y, ya en el exilio en Francia junto a María Cristina, Luis Felipe I de Francia lo nombró I duque de Montmorot y le concedió la Legión de Honor.
Hombre de negocios
Fue el promotor de los múltiples negocios que, junto con María Cristina, crearon empresas promotoras del ferrocarril en el Principado de Asturias y la actual Comunidad Valenciana con las que se alzó con una gran fortuna. Carecía de ambición política, llegando incluso a rechazar la corona de Ecuador, que las autoridades de dicho país pretendían instaurar. Junto con sus hermanos el I conde del Retamoso y el I marqués de Remisa - suegro de su hermano Jesús - logró hacer negocios con la familia Rothschild, la familia de banqueros Laffitte y el I marqués de Salamanca.
La familia mantuvo distintas residencias en el país como fuera de él: la Real Posesión de Vista Alegre en Carabanchel, el Palacio de Remisa en el Paseo de Recoletos justo a la izquierda del actual Palacio del marqués de Salamanca, el Palacio de Remisa en Carabanchel, la Casa-Palacio de Retamoso en Tarancón, el Palacio del duque de Riánsares igualmente en Tarancón, el Palacio-Ermita de Riánsares a las afueras de Tarancón, el Real-Deleite de Aranjuez, el Palacio de las Rejas o Palacio de la Reina Madre, enfrente del Senado, la Casa-Palacio de la calle de Carretas, cedido a su hermana Alejandra y donde hoy se encuentra un bingo, el Palacio de Belinchón cerca de Tarancón, El Plantío de Remisa en el término de Majadahonda, el Palazzo Albinoni de Roma hoy Palazzo dei Drago, el Palacio de Villarrubio, que luego compraría y acabaría la Infanta María de la Paz de Borbón en Cuenca, la Finca de Santa María de la O en Villarejo de Fuentes, el Château de la Malmaison en París (lo que hay sido de Napoleón Bonaparte y de Josefina de Beauharnais), la residencia de Vaud en Suiza o la bombardeada en la Segunda Guerra Mundial Villa Mon Désir en Le Havre junto con el Casino además de alquilar el Château d'Aygues en la Normandía a la princesa Lubomirska. Las extensiones de fincas, molinos y grandes explotaciones agropecuarias se radicaban sobre todo en la provincia de Cuenca, en Asturias y en Madrid.
Mecenazgo
El duque de Riánsares asumió con naturalidad su papel de mecenas y pagó a Fortuny una pensión vitalicia, además de ello las colecciones de Arte del Duque de Riánsares y de sus hermanos el conde del Retamoso y el marqués de Remisa están definidas por Pascual Madoz y en ellas se ven representados numerosos pintores clásicos como Velázquez, Murillo, Zurbarán, Tiépolo, Lucas Jordán, Tintoretto o Goya.
Son varias las edificaciones que han llegado hasta hoy día mandadas construir por el duque de Riánsares y su esposa así como por diversos miembros de su familia que constituyen un legado muy representativo de la arquitectura civil decimonónica romántica.
Exilio
Fue exilado con su mujer la Reina Madre por la alegada ilegalidad de muchos de sus negocios, incluso el trafico de esclavos con Cuba, entonces prohibido. Murió cinco años antes que María Cristina en su casa del exilio en Le Havre. Está enterrado en el Santuario de Nuestra Señora de Riánsares, en Tarancón junto con sus sobrinos fallecidos infantes, los Muñoz Remisa
María Cristina de Borbón-Dos Sicilias - Wikipedia mejorable
María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (Palermo, 27 de abril de 1806 - Sainte-Adresse, 22 de agosto de 1878) fue Reina de España por su matrimonio con el rey Fernando VII en 1829 y regente de España, entre 1833 y 1840, durante una parte de la minoría de edad de su hija la reina Isabel II de España.
Sus padres fueron Francisco I de las Dos Sicilias (1777-1830) rey de las Dos Sicilias entre 1825 y 1830 y la infanta María Isabel de Borbón (1789-1848) hija de Carlos IV de España. Contrajo matrimonio en Aranjuez el 11 de diciembre de 1829 con su tío Fernando VII, convirtiéndose en reina de España.
Regencia
Fernando VII murió en 1833. El rey la había nombrado en su testamento Gobernadora del Reino, cargo en el que sería confirmada por las Cortes constituyentes en 1836. El 28 de diciembre del mismo año en que quedó viuda, contrajo matrimonio morganático en secreto con un sargento de su guardia de corps, Agustín Fernando Muñoz y Sánchez. Esta relación no fue bien vista por la sociedad de la época. El sacerdote recién ordenado Marcos Aniano González, amigo del novio, celebró el enlace y siguió íntimamente ligado a la familia durante casi tres lustros en tanto que capellán de Palacio y único confesor de María Cristina. Su hija y heredera al trono contaba sólo con 3 años y actuó como regente del Reino durante los siguientes siete años, hasta 1840. Durante este tiempo hizo necesarias contribuciones sociales, como el auxilio que procuró a la costa onubense en 1834 después de una epidemia de cólera. En agradecimiento, el ayuntamiento de la Real Isla de la Higuerita solicitó y obtuvo su cambio de denominación a Isla Cristina.
También contaba con enemigos, siendo el más famoso su tío y cuñado Carlos María Isidro de Borbón quien, negándose a acatar la Pragmática Sanción de 1830, afirmaba ser el legítimo heredero al trono e inició la que se conoce como Primera Guerra Carlista que finalizó en 1839 con el Abrazo de Vergara.
En 1845, la reina participó en un intento de restauración de la monarquía en Ecuador a petición expresa del presidente Juan José Flores. Este plan de dos fases consistía primero en que su hijo Agustín Muñoz y de Borbón se convirtiera en Príncipe de Ecuador y, más tarde, en restaurador de la monarquía española en Perú y Bolivia, uniendo los tres países bajo una sola nación a la que llamarían Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia. Cuando todo estaba organizado, Flores fue depuesto como presidente de Ecuador por la revolución Marcista y los planes se vinieron abajo.
Exilio
Tras varios intentos fallidos de conciliar las tendencias políticas entre liberales y moderados, María Cristina se vio obligada a ceder la regencia a Baldomero Espartero y exiliarse -salió del país el 17 de octubre de 1840 en el vapor Mercurio-. Aún así, desde Marsella anunció que había sido forzada a renunciar y se trasladó a Roma, donde por el aquel entonces el Papa Gregorio XVI le dio la bendición a su matrimonio morganático. Se instaló también en París, gracias al apoyo financiero de Francisco I Conde de Luzárraga, y desde allí intrigó -junto a sus más fieles- contra el gobierno espartista hasta su derrocamiento y posterior nombramiento de su hija a sus 13 años cómo la reina Isabell II.
En 1848 volvió a Madrid y se instaló en un palacete desde donde intentó controlar la política de su hija. Además, junto a su marido, inició negocios relacionados con la sal y el ferrocarril -en los que también participaba Narváez- y se decía que «no había proyecto industrial en el que la Reina madre no tuviera intereses.» Como consecuencia, María Cristina se ganó más antipatía del pueblo -avivada por su yerno- y en 1854 fue expulsada de España y le fue retirada la pensión vitalicia que previamente le habían concedido las Cortes.
Permaneció en Francia el resto de su vida y sólo volvió a España cuando su nieto Alfonso XII ocupó el trono, si bien con la limitación de no poder instalar su residencia definitiva en el país. Como curiosidad, cabe destacar que ni su hija ni su nieto tuvieron buena relación con ella, debido a que no vieron con buenos ojos su segundo matrimonio.
Muerte
Murió en el exilio y fue enterrada, posteriormente, en el Monasterio de El Escorial.
Descendencia
Primer matrimonio
De su primer matrimonio, con el rey Fernando VII, tuvo dos hijas:
- Isabel II (1830–1904), reina de España.
- María Luisa Fernanda de Borbón (1832–1897), infanta de España, casada con el duque de Montpensier.
De su segundo matrimonio, con Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, I Duque de Riánsares y I Marqués de San Agustín, tuvo ocho hijos, a los que la reina Isabel II concedió títulos nobiliarios entre 1847 y 1849:
- María de los Desamparados Muñoz y de Borbón, I Condesa de Vista Alegre (1834 - 1864)
- María de los Milagros Muñoz y de Borbón, I Marquesa de Castillejo (1835 - 1903)
- Agustín María Muñoz y de Borbón, Duque de Tarancón, I Vizconde de Rostrollano y Príncipe de Ecuador (1837 - 1855)
- Fernando María Muñoz y de Borbón, I Vizconde de la Alborada y I Conde de Casa Muñoz; II Duque de Riánsares, II Duque de Tarancón y II Vizconde de Rostrollano (1838 - 1910)
- María Cristina Muñoz y de Borbón, Marquesa de la Isabela y Vizcondesa de la Dehesilla (1840 - 1921)
- Juan Muñoz y de Borbón, I Conde del Recuerdo, I Vizconde de Villarrubio y II Duque de Montmorot en Francia (1844 - 1863)
- Antonio de Padua Muñoz y de Borbón (1842 - 1847)
- José María Muñoz y de Borbón, I Conde de Gracia y I Vizconde de la Arboleda (1846 - 1863)
Dos pastores que trabajaban en un cortijo de la Sierra de Segura escribieron una carta a la reina regente el 26 de abril de 1834, en la que le decían que "…lloraron la muerte de su amado rey, derramaron sus zaques y apalearon los perros en justo sentimiento de la orfandad en que quedaban.''
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FERNANDO MUÑOZ Y SANCHEZ
DUQUE DE RIANSARES.- Nació en Tarancón, España, hacia 1.808 y fue bautizado con los nombres de Agustín Femando. De humilde cuna, ingresó a la Guardia de Corps formando parte de la escolta asignada a la Reina María Cristina de Borbón, viuda del rey Fernando VII y con dos hijas, la futura reina Isabel II cuya regencia desempeñaba y la Infanta Luisa Fernanda.
Una mañana que salió la reina de paseo en carroza por el parque del Buen Retiro, se fijó en el gallardo militar que iba a caballo a su lado y quedó enamorada de su apostura, contrayendo matrimonio morganático y secreto tres meses después, a principios de 1.834, sin que la noticia trascendiera más que entre sus íntimos. Así fue como empezaron a llegar los numerosos hijos, llamados desde 1.845 los Riansares por el título nobilario que le concedería después a su marido.
Entre 1.840 y el 43 vivió la real pareja exiliada en el Palacio de la Malmaison de París, a raíz de que el General Baldomero Fernández Espartero terminó con la regencia y publicó la noticia del matrimonio, constituyendo su residencia en centro político del que fue inspirador principal el General Ramón Narváez, aunque nominalmente figuraba como Jefe de la Conjura el marido de la reina.
Al volver ésta a ocupar el trono y la regencia en 1.843, entregó a su esposo dos títulos nobilarios: el Marquesado de San Agustín el 44 y el Ducado de Riansares el 45 y las Cortes confirmaron públicamente su matrimonio, legalizando su estado.
Desde entonces los esposos se entregaron a la vida familiar pues eran muy felices.
El Duque protegía a los artistas, entre ellos al célebre pintor Fortuny, pues gozaba de la crecida fortuna de su cónyuge que había heredado diecisiete millones de pesetas del fallecido Rey Fernando VII, de las cuales tenía que entregar seis a cada una de sus dos hijas con motivo de sus inminentes matrimonios.
Riansares embellecía con un Palacio y numerosos jardines a su pueblo natal cuando en 1.845 hizo su aparición en Europa el depuesto General Juan José Flores, ex presidente de la República del Ecuador, quien primeramente había circulado por París donde le recibió en Audiencia Especial el Rey Luis Felipe de Orleans, que al enterarse de sus planes de reconquista le aconsejó que partiera a la corte de Nápoles donde gobernaban los Reyes Francisco I y María Isabel de España, hermana de María Cristina.
En Nápoles conoció Flores al Embajador español, Angel de Saavedra, Duque de Rivas, quien le dio varias Cartas de Presentación para la Corte de Madrid. Luego fue recibido en Roma por el simplón del Papa Gregorio XVI, en Audiencia Especial y con Bendición Apostólica, como si se tratara de un Jefe de Estado en ejercicio.
Finalmente tomó el camino de Génova y Barcelona, pasó a Madrid a principios de 1.846 y logró que el diplomático Luis de Potestad gestionara ante el General Ramón Narváez la posibilidad de llevar a cabo una expedición armada al Ecuador, para entregar la corona de nuestra Patria a un hijo de la Reina Regente o del Infante Carlos María Isidro de Borbón, pretendiente molestoso al trono de España. Flores sabía endilgar sus saetas pero en esta ocasión no tuvo éxito y Narváez no cayó en la trampa; pero como a las pocas semanas le sucediera en la presidencia del Consejo de Ministros Francisco Javier Istúriz, que nombró para la Secretaría de Guerra al General Sáenz, Flores envió nuevos comisionados con iguales resultados, pues Sáenz era sujeto pusilánime e incapaz de adoptar planes de tanta audacia. Entonces se habló con el propio Istúriz. Pedro Egaña en vista de que el Gobierno no demostraba interés alguno en el fantástico proyecto de invasión, pensó que el asunto podría salir a nivel privado y logró interesar al Duque de Riánsares, que en su candidez le abrió a Flores las puertas de su esposa Maria Cristina, a quien fue fácil convencer por su naturaleza femenina y amor a sus numerosos hijos. De allí en adelante el asunto comenzó a marchar.
Flores planteó a la incauta señora la posibilidad de recobrar el Imperio del Perú y entregar la corona a su hijo mayor Juan Muñoz de Borbón, joven de doce años que despuntaba para mayorcito y que gobernaría estos territorios con el nombre de Juan I bajo la regencia floreana hasta que cumpliera su mayoría de edad.
Se insinuaba que todo sería fácil dadas las simpatías de Flores en el Ecuador, donde la mayor parte de sus ciudadanos aún le querían y admiraban. Sus buenas maneras, la convicción de sus argumentos y ese poder magnético que sabía administrar tan bien, le sirvió en esta ocasión para llevar a cabo tan descabellado propósito, que requería de un millón y medio de duros que la Reina quedó en facilitarle en préstamo a través de sus banqueros José de Salamanca, José Buchental, Jaime Ceriolla y Nazario Carriquirí, como efectivamente sucedió en Septiembre, firmando Buchental y Salamanca de una parte y Flores de la otra, con la categoría -falsa por cierto- de Presidente de la República del Ecuador.
El contrato establecía lo siguiente: el capital sería de un millón y medio de pesos fuertes y duros, los intereses el 25 % pagaderos de la siguiente forma: 10 % de presente, es decir al momento de la formalización del contrato; 5 % a tiempo de verificarse el embarque; 5 % cuatro meses después de su llegada al Ecuador y el 5 % dos años después de dicha llegada. Más un 6 % de interés anual y 1 % de comisión por semestre.
El préstamo fue avalizado por el Duque de Riansares. Flores entregó como garantía "la hipoteca de todas las rentas del Ecuador al seguro de otros intereses y del capital indicado " (sic.) mientras el gobierno español se hacía de la vista gorda ante asunto tan delicado que podría generar reclamaciones internacionales, como efectivamente sucedió, con naciones que España consideraba desde hacía poco nuevamente sus amigas.
Istúriz y su Gabinete se doblegó así ante los deseos de la Reina Regente, que actuaba más bien por impulsos que movida por la reflexión y que poco tiempo después llegó a entregarle a Flores el Gran Collar de la Orden de Caballeros de Carlos III, que éste comenzó a lucir en su pecho como hombre de importancia que era, sin acordarse de sus antiguas andanzas independentistas en América. Así era de voluble y convenienciero...!
A fines del 46 el Coronel Señen de Buenaga comenzó a reclutar voluntarios haciéndoles firmar contratos donde constaban con la calidad de expedicionarios colonizadores, mientras Flores licitaba otros enganches a través de José Murcia y Martí y cuando todo parecía ir bien y el Coronel Ricardo Wright Montgomery había conseguido los buques el Monarca y el Neptuno de seicientas toneladas cada uno y el transporte Glenelg a la empresa Baring Hnos. de Londres, que los puso bajo las órdenes del Capitán John Charretie, de la Compañía de las Indias Orientales, sonó el escándalo.
La prensa inglesa empezó a dar noticias de la expedición y numerosos representantes latinoamericanos, justamente alarmados por los aprestos bélicos de Flores, protestaron ante la Cancillería británica, solicitando que impidiera el zarpe.
El Times de la capital inglesa era el periódico más interesado en el asunto. Se dijo que Wright había comenzado la recluta de 500 irlandeses y que los restantes 1.500 saldrían directamente de España. A más de ello, sonó por esos días otro escándalo relacionado con España, se trataba de la expedición armada del Conde de Montemolín, hijo del Infante Carlos María Isidro de Borbón, para iniciar la segunda Guerra Carlista con la ayuda económica de varios banqueros ingleses y la militar de sus fieles lugartenientes los Generales Cabrera y Zumalacárregui. Todo ello sirvió para mantener por algunas semanas el ambiente en zozobra y los ecos de tales escándalos llegaron al gobierno español que se asustó sobremanera; sin embargo de lo cual, la expedición siguió adelante merced al tesón de Flores con nuevos reclutamientos en los países vascos, Francia, Portugal y la preparación de los voluntarios para que se acostumbraran a las prácticas militares.
En eso advino la protesta formal de los comerciantes ingleses del "Comité de la Asociación Sudamericana y Mexicana" presidido por J. D. Powles, quien se dirigió a Lord Palmerston indicándole que la recluta bajo el pretexto de inmigración así como la compra de equipo militar y embarque, encubría una intervención directa de la política inglesa con los países sudamericanos. Palmerston puso el asunto en conocimiento de la Cámara de los Lores del Tesoro y el 19 de Noviembre ésta dictaminó el final del reclutamiento de hombres en Irlanda y el secuestro de los dos buques principales, con lo cual se dio por finalizado el asunto.
La noticia causó gravísima impresión en Flores que veía alejarse sus planes de regreso a América, pero sin desanimarse por ello viajó en Enero de 1.847 a Inglaterra y fue recibido por Lord Palmerston, consiguiendo una orden de Devolución y que se dejara sin efecto el juicio militar –Corte Marcial- iniciado contra Wright y su Ayudante el Capitán Sleigh.
De regreso a España pidió en Bayona su pasaporte para ingresar por la frontera, pero el Cónsul se lo negó cortésmente y tuvo que instalarse en Burdeos y luego en París, decepcionado por la pérdida de poder político en la Corte. A fines de año salió por Bruselas y el Havre a NewYork con Wright y un sirviente. En Washington quizo ser recibido por el Presidente James Knowk Polk pero éste ni siquiera le contestó su Nota. Entonces partió a Caracas dando por terminados sus planes, que habían escandalizado a la América Hispana más de un año.
El Duque de Riánsares, en cambio, tuvo que rescatar los buques a través del Embajador español Istúriz, quien logró tomarlos y venderlos a buen precio, recobrando en algo los valores invertidos. Después se entendería personalmente con Buchental y Salamanca, sus banqueros acreedores, a quienes tuvo que pagar una fuerte cantidad tomándola del capital de su Real consorte, que sufrió una fuerte menoscabo.
Desde 1.854 volvió a residir con los suyos en el Castillo de Saint Adresse de París. Tenía el cargo honorífico de Mariscal de Campo y desde 1.847 gozaba del Ducado francés de Montmorot, que recibiera graciosamente de Luis Felipe I.
Desde su dorado exilio pudo conocer todos los sucesos de importancia histórica que se desenvolvían en España. En 1.868 el destronamiento de Isabel II, en 1.869 el ascenso de Amadeo I de la Casa de Saboya, en 1.873 la declaración de la República y finalmente el 74 la restauración borbónica de Alfonso XII nieto de su esposa. Murió en París años después, recordando hasta el final de sus días la loca aventura sudamericana en que le metiera a él y a su esposa el ambicioso General Juan José Flores.
DUQUE DE RIANSARES.- Nació en Tarancón, España, hacia 1.808 y fue bautizado con los nombres de Agustín Femando. De humilde cuna, ingresó a la Guardia de Corps formando parte de la escolta asignada a la Reina María Cristina de Borbón, viuda del rey Fernando VII y con dos hijas, la futura reina Isabel II cuya regencia desempeñaba y la Infanta Luisa Fernanda.
Una mañana que salió la reina de paseo en carroza por el parque del Buen Retiro, se fijó en el gallardo militar que iba a caballo a su lado y quedó enamorada de su apostura, contrayendo matrimonio morganático y secreto tres meses después, a principios de 1.834, sin que la noticia trascendiera más que entre sus íntimos. Así fue como empezaron a llegar los numerosos hijos, llamados desde 1.845 los Riansares por el título nobilario que le concedería después a su marido.
Entre 1.840 y el 43 vivió la real pareja exiliada en el Palacio de la Malmaison de París, a raíz de que el General Baldomero Fernández Espartero terminó con la regencia y publicó la noticia del matrimonio, constituyendo su residencia en centro político del que fue inspirador principal el General Ramón Narváez, aunque nominalmente figuraba como Jefe de la Conjura el marido de la reina.
Al volver ésta a ocupar el trono y la regencia en 1.843, entregó a su esposo dos títulos nobilarios: el Marquesado de San Agustín el 44 y el Ducado de Riansares el 45 y las Cortes confirmaron públicamente su matrimonio, legalizando su estado.
Desde entonces los esposos se entregaron a la vida familiar pues eran muy felices.
El Duque protegía a los artistas, entre ellos al célebre pintor Fortuny, pues gozaba de la crecida fortuna de su cónyuge que había heredado diecisiete millones de pesetas del fallecido Rey Fernando VII, de las cuales tenía que entregar seis a cada una de sus dos hijas con motivo de sus inminentes matrimonios.
Riansares embellecía con un Palacio y numerosos jardines a su pueblo natal cuando en 1.845 hizo su aparición en Europa el depuesto General Juan José Flores, ex presidente de la República del Ecuador, quien primeramente había circulado por París donde le recibió en Audiencia Especial el Rey Luis Felipe de Orleans, que al enterarse de sus planes de reconquista le aconsejó que partiera a la corte de Nápoles donde gobernaban los Reyes Francisco I y María Isabel de España, hermana de María Cristina.
En Nápoles conoció Flores al Embajador español, Angel de Saavedra, Duque de Rivas, quien le dio varias Cartas de Presentación para la Corte de Madrid. Luego fue recibido en Roma por el simplón del Papa Gregorio XVI, en Audiencia Especial y con Bendición Apostólica, como si se tratara de un Jefe de Estado en ejercicio.
Finalmente tomó el camino de Génova y Barcelona, pasó a Madrid a principios de 1.846 y logró que el diplomático Luis de Potestad gestionara ante el General Ramón Narváez la posibilidad de llevar a cabo una expedición armada al Ecuador, para entregar la corona de nuestra Patria a un hijo de la Reina Regente o del Infante Carlos María Isidro de Borbón, pretendiente molestoso al trono de España. Flores sabía endilgar sus saetas pero en esta ocasión no tuvo éxito y Narváez no cayó en la trampa; pero como a las pocas semanas le sucediera en la presidencia del Consejo de Ministros Francisco Javier Istúriz, que nombró para la Secretaría de Guerra al General Sáenz, Flores envió nuevos comisionados con iguales resultados, pues Sáenz era sujeto pusilánime e incapaz de adoptar planes de tanta audacia. Entonces se habló con el propio Istúriz. Pedro Egaña en vista de que el Gobierno no demostraba interés alguno en el fantástico proyecto de invasión, pensó que el asunto podría salir a nivel privado y logró interesar al Duque de Riánsares, que en su candidez le abrió a Flores las puertas de su esposa Maria Cristina, a quien fue fácil convencer por su naturaleza femenina y amor a sus numerosos hijos. De allí en adelante el asunto comenzó a marchar.
Flores planteó a la incauta señora la posibilidad de recobrar el Imperio del Perú y entregar la corona a su hijo mayor Juan Muñoz de Borbón, joven de doce años que despuntaba para mayorcito y que gobernaría estos territorios con el nombre de Juan I bajo la regencia floreana hasta que cumpliera su mayoría de edad.
Se insinuaba que todo sería fácil dadas las simpatías de Flores en el Ecuador, donde la mayor parte de sus ciudadanos aún le querían y admiraban. Sus buenas maneras, la convicción de sus argumentos y ese poder magnético que sabía administrar tan bien, le sirvió en esta ocasión para llevar a cabo tan descabellado propósito, que requería de un millón y medio de duros que la Reina quedó en facilitarle en préstamo a través de sus banqueros José de Salamanca, José Buchental, Jaime Ceriolla y Nazario Carriquirí, como efectivamente sucedió en Septiembre, firmando Buchental y Salamanca de una parte y Flores de la otra, con la categoría -falsa por cierto- de Presidente de la República del Ecuador.
El contrato establecía lo siguiente: el capital sería de un millón y medio de pesos fuertes y duros, los intereses el 25 % pagaderos de la siguiente forma: 10 % de presente, es decir al momento de la formalización del contrato; 5 % a tiempo de verificarse el embarque; 5 % cuatro meses después de su llegada al Ecuador y el 5 % dos años después de dicha llegada. Más un 6 % de interés anual y 1 % de comisión por semestre.
El préstamo fue avalizado por el Duque de Riansares. Flores entregó como garantía "la hipoteca de todas las rentas del Ecuador al seguro de otros intereses y del capital indicado " (sic.) mientras el gobierno español se hacía de la vista gorda ante asunto tan delicado que podría generar reclamaciones internacionales, como efectivamente sucedió, con naciones que España consideraba desde hacía poco nuevamente sus amigas.
Istúriz y su Gabinete se doblegó así ante los deseos de la Reina Regente, que actuaba más bien por impulsos que movida por la reflexión y que poco tiempo después llegó a entregarle a Flores el Gran Collar de la Orden de Caballeros de Carlos III, que éste comenzó a lucir en su pecho como hombre de importancia que era, sin acordarse de sus antiguas andanzas independentistas en América. Así era de voluble y convenienciero...!
A fines del 46 el Coronel Señen de Buenaga comenzó a reclutar voluntarios haciéndoles firmar contratos donde constaban con la calidad de expedicionarios colonizadores, mientras Flores licitaba otros enganches a través de José Murcia y Martí y cuando todo parecía ir bien y el Coronel Ricardo Wright Montgomery había conseguido los buques el Monarca y el Neptuno de seicientas toneladas cada uno y el transporte Glenelg a la empresa Baring Hnos. de Londres, que los puso bajo las órdenes del Capitán John Charretie, de la Compañía de las Indias Orientales, sonó el escándalo.
La prensa inglesa empezó a dar noticias de la expedición y numerosos representantes latinoamericanos, justamente alarmados por los aprestos bélicos de Flores, protestaron ante la Cancillería británica, solicitando que impidiera el zarpe.
El Times de la capital inglesa era el periódico más interesado en el asunto. Se dijo que Wright había comenzado la recluta de 500 irlandeses y que los restantes 1.500 saldrían directamente de España. A más de ello, sonó por esos días otro escándalo relacionado con España, se trataba de la expedición armada del Conde de Montemolín, hijo del Infante Carlos María Isidro de Borbón, para iniciar la segunda Guerra Carlista con la ayuda económica de varios banqueros ingleses y la militar de sus fieles lugartenientes los Generales Cabrera y Zumalacárregui. Todo ello sirvió para mantener por algunas semanas el ambiente en zozobra y los ecos de tales escándalos llegaron al gobierno español que se asustó sobremanera; sin embargo de lo cual, la expedición siguió adelante merced al tesón de Flores con nuevos reclutamientos en los países vascos, Francia, Portugal y la preparación de los voluntarios para que se acostumbraran a las prácticas militares.
En eso advino la protesta formal de los comerciantes ingleses del "Comité de la Asociación Sudamericana y Mexicana" presidido por J. D. Powles, quien se dirigió a Lord Palmerston indicándole que la recluta bajo el pretexto de inmigración así como la compra de equipo militar y embarque, encubría una intervención directa de la política inglesa con los países sudamericanos. Palmerston puso el asunto en conocimiento de la Cámara de los Lores del Tesoro y el 19 de Noviembre ésta dictaminó el final del reclutamiento de hombres en Irlanda y el secuestro de los dos buques principales, con lo cual se dio por finalizado el asunto.
La noticia causó gravísima impresión en Flores que veía alejarse sus planes de regreso a América, pero sin desanimarse por ello viajó en Enero de 1.847 a Inglaterra y fue recibido por Lord Palmerston, consiguiendo una orden de Devolución y que se dejara sin efecto el juicio militar –Corte Marcial- iniciado contra Wright y su Ayudante el Capitán Sleigh.
De regreso a España pidió en Bayona su pasaporte para ingresar por la frontera, pero el Cónsul se lo negó cortésmente y tuvo que instalarse en Burdeos y luego en París, decepcionado por la pérdida de poder político en la Corte. A fines de año salió por Bruselas y el Havre a NewYork con Wright y un sirviente. En Washington quizo ser recibido por el Presidente James Knowk Polk pero éste ni siquiera le contestó su Nota. Entonces partió a Caracas dando por terminados sus planes, que habían escandalizado a la América Hispana más de un año.
El Duque de Riánsares, en cambio, tuvo que rescatar los buques a través del Embajador español Istúriz, quien logró tomarlos y venderlos a buen precio, recobrando en algo los valores invertidos. Después se entendería personalmente con Buchental y Salamanca, sus banqueros acreedores, a quienes tuvo que pagar una fuerte cantidad tomándola del capital de su Real consorte, que sufrió una fuerte menoscabo.
Desde 1.854 volvió a residir con los suyos en el Castillo de Saint Adresse de París. Tenía el cargo honorífico de Mariscal de Campo y desde 1.847 gozaba del Ducado francés de Montmorot, que recibiera graciosamente de Luis Felipe I.
Desde su dorado exilio pudo conocer todos los sucesos de importancia histórica que se desenvolvían en España. En 1.868 el destronamiento de Isabel II, en 1.869 el ascenso de Amadeo I de la Casa de Saboya, en 1.873 la declaración de la República y finalmente el 74 la restauración borbónica de Alfonso XII nieto de su esposa. Murió en París años después, recordando hasta el final de sus días la loca aventura sudamericana en que le metiera a él y a su esposa el ambicioso General Juan José Flores.
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Fuente abchttp://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1961/11/01/017.html
LA TUMBA DE QUIEN FUE CASI UN REY
El sepulcro de Fernando Muñoz -
Altar mayor del santuario. Al pie la entrada a la cripta, donde reposan los restos de Fernando Muñoz.
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