domingo, 10 de octubre de 2010

Alberto Collantes: Cacería 10-10


La cacería repetida

Con el verano acaba la siega y es tiempo de que empiece la labor del trillo, que con sus piedras dentadas y afiladas separa la paja del trigo. Pero si el trillo no sabe manejarse y es incontrolado, a veces revienta la espiga y rompe el grano.
En el otoño aparece la garza, blanca e impoluta, y busca afanosamente, justicieramente, limpiar con sus patas el rastrojo, para que no quede rastro debajo de la tierra, para que ningún resto que recuerde tiempos no tan lejanos continúe oculto debajo de esta madriguera de conejos que es Hispania. Con sus uñas, la garza busca aventar la podredumbre que el trillo, en su inhumano apedrear, quiere mantener oculta y seguir haciendo trizas para que siga sepultada durante medio siglo más.
Mientras tanto, la garza, blanca, inmaculada, sin una mota de suciedad en todo su argénteo plumaje, prosigue sin desmoralizarse jamás su busca de la verdad y de la justicia. Han disparado al bulto contra su cuerpo y, por ahora, ha tenido que irse a abrevar a otras lagunas más limpias y mucho más pacíficas.
Pero por si acaso tuviera tentaciones de volver a escarbar entre el fango y la suciedad, por si acaso la pulsión ancestral de su hábito justiciero le demandara regresar a esta tierra de conejos, ya se está preparando una segunda cacería antes de la primavera. Ya se está preparando otra montería, con los mismos instrumentos de caza, los mismos ojeadores azules, los mismos morbosos papanatas mirando sin ver el despliegue de fuerzas que arman la mentira para que parezca verdad, al tiempo que buscan, incansables, una vez más, otra vez más, falsos testimonios para manchar el blanco plumaje de la garza.

Ángel Aguirre


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