AGUILAR: Guy De Maupassant OBRAS COMPLETAS
Guy De Maupassant: Obras Completas.
Tomo I: Novelas, Miscelánea, Relatos de Viajes, Teatro y Poesías. Tomo II: Cuentos,
Madrid, Aguilar, 1961, Plena piel editorial, 2 Vol, I: 1432 pág, II: 1506 pág, 18x15.
----------
Obras Escogidas - Guy de Maupassant - Google Books
Aguilar, S. A. de Ediciones-Grupo Santillana, 1979 - 1430 páginas
http://paginasdeespuma.com/
Maupassant (Miromesnil, Francia, 1850-Passy, id., 1893) es autor de una extensa obra entre cuentos y novelas, en general de corte naturalista. De ellas cabe señalar: La casa Tellier (1881); Los cuentos de la tonta (1883); Al sol, Las hermanas Roudoli y La señorita Harriet (1884); Cuentos del día y de la noche (1885); El Horla (1887); las novelas Una vida (1883), Bel Ami (1885) y Pierre y Jean (1888). Después de su muerte se publicaron varias colecciones de cuentos: La cama (1895); El padre Milton (1899) y El vendedor (1900).
A pesar de que provenía de una familia de pequeños aristócratas librepensadores, recibió una educación religiosa; en 1868 provocó su expulsión del seminario, en el que había ingresado a los trece años, y al año siguiente inició en París sus estudios de derecho, interrumpidos por la guerra franco-prusiana y que reemprendería en 1871.
En 1879, su padre logró que ingresara en el ministerio de Instrucción Pública, que pronto abandonó para dedicarse a la literatura, por consejo de su gran maestro y amigo G. Flaubert. Éste lo introdujo en el círculo de escritores de la época, como Émile Zola, Iván Turgueniev, Edmond Goncourt y Henry James.
Su primer éxito, que apareció un mes antes de la muerte de Flaubert, fue el célebre cuento Bola de sebo, recogido en el volumen colectivo Las noches de Medan (1880). El mismo año publicó su libro de poemas, Versos. Afectado durante toda su vida de graves trastornos nerviosos, en 1892, tras un intento de suicidio en Cannes, fue ingresado en el manicomio de París, donde murió, después de dieciocho meses de agonía, de una parálisis general.
Cuentos completos - Guy de Maupassant
Edición y traducción de Mauro Armiño.2 volúmenes en tapa dura con estuche.
La edición completa y definitiva
de los cuentos de Maupassant en una exquisita presentación y cargada de
apéndices y material extra que hará las delicias de cualquier tipo de
lector.
1456/1472 páginas
Voces/ Literatura • 159
ISBN: 978-84-8393-084-7 22 x 13,5 cm. Ilust. B/N 90,38 / 94 €
ISBN: 978-84-8393-084-7 22 x 13,5 cm. Ilust. B/N 90,38 / 94 €
En la historia de la narrativa breve hay un nombre que destaca por encima del resto:
Guy de Maupassant (1850-1893), autor considerado el gran maestro del cuento europeo y autor de títulos universalmente conocidos como «Bola de sebo» o «El Horla».
Esta edición en dos volúmenes, preparada y traducida por Mauro Armiño, Premio Nacional de Traducción y el más reputado especialista en la obra de Maupassant, recoge los 301 relatos que forman los Cuentos completos del autor francés. Una edición definitiva que incluye una primera parte donde el lector podrá encontrar lo siguiente:
Introducción. Mauro Armiño dedica un estudio profundo a la vida y a la obra del autor, y nos introduce en los ambientes de finales del siglo XIX francés, donde encontraremos personajes como Flaubert, los hermanos Goncourt, Zola...
Clasificación temática. Aquí destacan los siguientes: Adulterio, Amor, Arte de amar, Asesinato, Celos, Cementerio, Diablo, Dinero, Dios, Divorcio, Enfermedad, Familia, Fantástico, Guerra, Herencia, Hijos, Joven seducida, Libertinaje, Matrimonio, Mujer, Muerte, Paternidad, Prostitución, Religión, Suicidio, Vejez, Viaje, Violación...
Resumen de las tramas. Valioso instrumento para acercarse a los cuentos y para recordar lo que se ha leído, dispuesto en orden alfabético.
Adaptaciones. Todas los cuentos que han tenido adaptaciones teatrales y cinematográficas.
Cuadro cronológico. La biografía de Maupassant y el marco histórico en el que se produjo.
Bibliografía. Cuándo publicó, y dónde, Maupassant sus cuentos, además de ediciones españolas y estudios sobre el autor y su obra.
Apéndice. Después de los 301 cuentos, al final del volumen II se incluyen seis inclasificables textos, que van de la fantasía sin límites hasta un semiensayo sobre la literatura fantástica.
Índice alfabético de títulos en español y en francés, para una fácil localización de los cuentos.
------------------------
Maupassant rematado en corto (Publico.es)
Páginas de Espuma publica en dos volúmenes la edición completa y definitiva de los 301 cuentos del escritor naturalista más destacado del género breve
“El pensamiento enfermo devora la carne del cuerpo más que la fiebre o la tisis”, escribe Guy de Maupassant (1850-1893) en El Horla (1886), uno de sus relatos de cabecera, algunos años antes de ser internado en un hospital psiquiátrico tras intentar quitarse la vida, presa de la inquietud y los frecuentes accesos de violencia.
Esa enfermedad le atrapó intensamente, sobre todo, en blanco sobre
negro: escribió 301 cuentos y siete novelas, desde el momento en que su
maestro Gustave Flaubert (1821-1880) le autorizase a poner su nombre
al pie del relato que le hizo célebre en un instante: Bola de sebo
(1880).
Esa firma, su firma, su obra, será de tal ímpetu que, como le explica uno de sus médicos por carta, “habría matado a diez hombres normales”. Por si fuera poco, el doctor le asegura que es evidente que esa vida dedicada a la ficción le ha “enloquecido y roído su cuerpo”. Esa trayectoria es la que recoge en dos magistrales volúmenes la editorial Páginas de Espuma, que publica sus 301 cuentos, gracias al trabajo de traducción y edición de Mauro Armiño. El propio Armiño ordena cronológicamente cada uno de ellos y realiza una reunión temática en las notas introductorias: desde el adulterio, ahogamiento, amor, animales, balnearios, bastardía, cadáveres, campesinado, hasta la violación, pasando por la locura. Un repertorio variado.
El pensamiento enfermo de Maupassant tocó cima en El Horla, donde un burgués con la vida perfecta y todas las comodidades envidiables, cae en “una inquietud nerviosa”, que le mantiene las noches en vela. “Mi humor se agrió”, dice el protagonista. Un ser nuevo e invisible acaba de aparecer en la Tierra para devorar al ser humano y adueñarse del planeta. Si bien la malvada figura del ser no es más que una ingenua presencia, lo verdaderamente angustioso de la primera versión del cuento es el sanedrín de médicos que siguen su historia con atención para confirmar la cordura o locura del enfermo hospitalizado.
El énfasis picante nutre muchos de los cuentos, tocando la irrisión escatológica en alguno de ellos como La tos. “Cuando se trata de una nueva relación que podemos suponer sentimental, hay que tomar evidentemente algunas precauciones para no molestar al vecino de cama, y para conservar cierto prestigio, poesía y autoridad”. Ya se puede imaginar el lector hacia dónde camina Maupassant: desde el silencio de la noche a “un discreto ruido de trueno intestinal”... llámelo “tos” para guardar las formas.
“Ella se hallaba en el mismo caso, atormentada, torturada por unas ganas locas de toser (cuando digo toser, entiendo que usted hace la transposición)”, escribe Maupassant al amigo que dirige el relato. Por supuesto, cuando ella “tose”, él está despierto. La discusión que sigue es hilarante: “¿Quieres acabar con esta murga? Sabes de sobra que has sido tú”. La noche acaba con un concierto de “toses” y la felicidad.
Madrid. (EFE/Ana Mendoza).- El amor, el odio, el crimen, lo
fantástico, el terror y la locura son temas que recorren obsesivamente
los algo más de 300 cuentos que escribió el francés Guy de Maupassant, que por primera vez se publican completos en España, traducidos y editados por Mauro Armiño.
Esta edición, publicada por Páginas de Espuma, constituye uno de los acontecimientos editoriales de la recta final del año y es una excelente ocasión para adentrarse en el universo narrativo de quien, en sus inicios como escritor, tuvo a Flaubert como "mentor absoluto" y reflejó con maestría la sociedad de su época, desde los estratos más humildes hasta los salones de la alta sociedad, según afirma Armiño en una entrevista con Efe.
En los años cuarenta, Aguilar publicó una edición de los cuentos completos de Maupassant (1850-1893), "pero faltaban algunos". Además, la traducción, realizada entre otros por Ruiz Contreras, "tenía los problemas propios de las de aquella época, cuando el traductor se consideraba también escritor" y ampliaba ciertos fragmentos, explica Armiño.
La censura hacía también de las suyas y cortaba algunas expresiones "por inconvenientes", comenta Mauro Armiño, que con anterioridad ha publicado en Valdemar cuentos del autor francés en diferentes antologías. Y hace unos meses sacó en Siruela los protagonizados por mujeres.
En la cuidada edición que ahora ve la luz, dos tomos en tapa dura con estuche, que contienen 301 cuentos y seis textos de Maupassant que son "a medias crónicas, a medias cuentos", además de índices temáticos y resúmenes de los argumentos, hay un relato inédito en España, "La tos", que se dejó fuera "por escatológico", señala Armiño, Premio Nacional de Traducción.
En los inicios literarios de Maupassant, Flaubert se convierte en "maestro, amigo, confidente y agente literario" del joven escritor, al que le refrenaba "su prisa por publicar" y no le permitió firmar con su nombre los primeros poemas y relatos, señala Armiño en la amplia introducción.
Flaubert lo instaba a trabajar más y a pensar en "cosas serias". "¡Demasiado remo! ¡Demasiadas putas! Usted ha nacido para hacer versos, siga su vocación", le decía el autor de "Madame Bovary". El artista debe "sacrificar todo al arte. La vida debe ser considerada por él como un medio nada más, y la primera persona de la que debe reírse es de sí mismo", le aconsejaba.
A partir de 1880, cuando Maupassant publicó Bola de sebo -"una obra maestra de composición, de comicidad, de observación", según Flaubert- el escritor se hizo famoso y muy rico. "Ganaba cantidades impensables hoy día; se compró yates, mansiones y se entregó de forma desaforada a la conquista de mujeres de todo tipo", comenta Armiño.
De los 30 a los 40 años, Maupassant, "el mejor cuentista de la época moderna, junto con Chéjov", en opinión del traductor, trabajó "de manera encarnizada" y llegó a publicar unas 3.000 páginas de cuentos, otras tantas de crónicas y más de dos mil de novelas.
Tenía un contrato con dos periódicos que le obligaba a hacer dos cuentos y dos crónicas semanales. Eso le influyó en el lenguaje de los textos, que debía ser "directo" y lo llevaba a acelerar la narración".
La sífilis, que Maupassant padecía desde joven, acabó con su ritmo desenfrenado de vida y de escritura. "Fue lo que lo mató porque aunque por fuera se curaba con bromuro, la sangre no la curaba y eso terminaba llevándolos a todos a la locura". Murió días antes de cumplir los 43 años, recuerda el traductor.
En sus cuentos Maupassant refleja "un panorama completo de las distintas clases sociales y del comportamiento humano" y ofrece "una gran mirada compasiva sobre la condición humana".
Su mundo narrativo está "poblado de pequeños seres narrativos en los que tan pronto anida el crimen como el amor, el realismo más grosero como la fantasía más sutil o descabellada", afirma Armiño.
Maupassant se adentra también con maestría en el alma de la mujer y recrea su situación a finales del XIX. Las convierte en "protagonistas de lo bueno y de lo malo" y por sus relatos pasan "desde la apasionadamente enamorada hasta la seducida, la engañada, la libertina y la cortesana".
Edmond de Goncourt consideraba a Maupassant un "talento de segundo orden", pero el tiempo no le dio la razón. Mientras que de Goncourt "lo único que ha quedado vivo son sus Diarios, el testimonio más sugerente y vivo, además de cotilla", de la Belle Époque, 150 años después "casi toda la obra de Maupassant sigue teniendo lectores", subraya el traductor.
Su vigencia se comprueba también en las adaptaciones de sus cuentos a la televisión francesa, que entre 2007 y 2009 lograron "una audiencia de más de ocho millones de espectadores" en la cadena pública France 2.
Esa firma, su firma, su obra, será de tal ímpetu que, como le explica uno de sus médicos por carta, “habría matado a diez hombres normales”. Por si fuera poco, el doctor le asegura que es evidente que esa vida dedicada a la ficción le ha “enloquecido y roído su cuerpo”. Esa trayectoria es la que recoge en dos magistrales volúmenes la editorial Páginas de Espuma, que publica sus 301 cuentos, gracias al trabajo de traducción y edición de Mauro Armiño. El propio Armiño ordena cronológicamente cada uno de ellos y realiza una reunión temática en las notas introductorias: desde el adulterio, ahogamiento, amor, animales, balnearios, bastardía, cadáveres, campesinado, hasta la violación, pasando por la locura. Un repertorio variado.
Los relatos recorren con crueldad y sutileza la condición humanaBola de sebo
es una de las cimas del cuento naturalista y el relato que Flaubert
calificó de obra maestra desde el mismo instante en que lo leyó. “Una
obra maestra de composición, de humor y de observación”, insistió por
carta a una sobrina suya. “¡Este pequeño cuento quedará, puede estar seguro!”,
le escribe al propio Maupassant, con algunas sugerencias para
mejorarlo. Inspirado en una anécdota real que le contó su tío, la
acción transcurre en 1870, seis meses después de que Alemania le haya
declarado la guerra a Francia, con la descripción de un ejército hecho
jirones, espectros que cruzan la ciudad, tras la derrota frente a las
tropas prusianas.
En Bola de sebo, como en
casi todos los cuentos, predomina la mirada irónica manejada con
maestría, así como las descripciones minuciosas y dramáticas de los
escenarios. Émile Zola (1840-1902) incluyó el cuento en el volumen Las veladas de Médan. Cuentos sobre la guerra franco-prusiana
de 1870, con autores que vistieron la bandera del naturalismo. El
propio Maupassant volverá a esta guerra en otros cuentos como
Mademoiselle Fifí, Dos amigos o La aventura de Walter Schnaffs. El pensamiento enfermo de Maupassant tocó cima en El Horla, donde un burgués con la vida perfecta y todas las comodidades envidiables, cae en “una inquietud nerviosa”, que le mantiene las noches en vela. “Mi humor se agrió”, dice el protagonista. Un ser nuevo e invisible acaba de aparecer en la Tierra para devorar al ser humano y adueñarse del planeta. Si bien la malvada figura del ser no es más que una ingenua presencia, lo verdaderamente angustioso de la primera versión del cuento es el sanedrín de médicos que siguen su historia con atención para confirmar la cordura o locura del enfermo hospitalizado.
El horror como materia
El espanto es autobiográfico y la prensa aprovecharía en 1892 para relacionar el estado alucinatorio del autor encerrado con este cuento. “Nuestro desventurado colega Guy de Maupassant, internado hoy en una casa de salud, era víctima desde hacía tiempo de alucinaciones. Tenía la alucinación del miedo, que es el tema de varios de sus relatos. Cuando publicó El Horla [en 1886], los médicos vieron en él el pronóstico seguro de su futura alienación mental”, publica en L’Écho de la semaine.
En otros cuentos, el autor llega a jugar con elementos escatológicosEn alguno de los cuentos que dedica al horror, con crímenes y delirios, lanza la idea de Dios como supremo malvado (Moiron), como principal exterminador. Con un estilo conciso y expresivo cuida especialmente la construcción de la atmósfera (La casa de Tellier o La madre de los monstruos)
y se lamenta, en la crónica Lo fantástico incluida en esta colección,
de que “dentro de 20 años el miedo a lo irreal no existirá ni siquiera
entre la gente de los campos”. “El resultado de todo esto será,
evidentemente, el fin de la literatura fantástica”, mucho confiaba en
la seguridad del ser humano Maupassant al creer que perdería sus miedos
en dos décadas, cuando ha pasado siglo y medio y sigue igual.
Esta
exhaustiva compilación muestra cómo el escritor francés recorre con
crueldad y sutileza la condición humana, de la que florecen el crimen y
la ternura. Desde las notas más ordinarias, para desvelar los aspectos
más horribles y admirables del comportamiento de sus personajes. Desde
el adulterio a las herencias, para hacer referencia a la avaricia, los
engaños, la codicia, sin lanzar una feroz crítica contra esa ruina
moral, siempre de manera imperceptible a primera vista. El énfasis picante nutre muchos de los cuentos, tocando la irrisión escatológica en alguno de ellos como La tos. “Cuando se trata de una nueva relación que podemos suponer sentimental, hay que tomar evidentemente algunas precauciones para no molestar al vecino de cama, y para conservar cierto prestigio, poesía y autoridad”. Ya se puede imaginar el lector hacia dónde camina Maupassant: desde el silencio de la noche a “un discreto ruido de trueno intestinal”... llámelo “tos” para guardar las formas.
“Ella se hallaba en el mismo caso, atormentada, torturada por unas ganas locas de toser (cuando digo toser, entiendo que usted hace la transposición)”, escribe Maupassant al amigo que dirige el relato. Por supuesto, cuando ella “tose”, él está despierto. La discusión que sigue es hilarante: “¿Quieres acabar con esta murga? Sabes de sobra que has sido tú”. La noche acaba con un concierto de “toses” y la felicidad.
-------
Maupassant desde el otro lado de la realidad (larazon.es)
Dos volúmenes, publicados por Páginas de Espuma,
recuperan los relatos originales del escritor en una edición anotada
por Mauro Armiño, que también se ha encargado de la traducción.
«Cuentos completos» G. de Maupassant - Páginas de espuma - 2.733 páginas. 89,30 euros.
Para Guy de Maupassant, la literatura nacía de los cauces de la realidad y la consciencia, que son los vectores por los que suele deslizarse lo imprevisto. La imaginación prende en la anécdota, en lo que resulta casual o fortuito, porque ahí está la génesis de todo lo que sorprende y desazona. Eso que viene a romper la rutina cotidiana y siempre le obliga a uno a fijarse en un detalle que había pasado desapercibido hasta ese momento. Y el escritor francés, que era un hombre de muchos mundos, un frecuentador de errabundajes y barrios diferentes, recurría a la noticia, el suceso, el rumor; a la habladuría y el chascarrillo de las gentes marginales o de los estratos más humildes, como en una especie de curiosidad dickensiana, para escribir sus relatos (estaba obligado a entregar dos cada semana) y así, de paso, ir consolidando ya obra y nombre.
El horror de la vida
Adivinó enseguida que en esas prosas vivenciales y cotidianas –que le llegaban por boca de las prostitutas o a través de los titulares de esas hojas volanderas que era el periodismo decimonónico– es en donde latía la vida real con todos sus mimbres habituales: horrores, tremendismos, miedos, ingratitudes, desgracias y esperanzas que agitan la sociedad. Gustave Flauvert, que hizo de mentor y de maestro, quería conducir sus pasos por los formalismos de la alta novela sin reparar en que la modernidad suele desviarse de los pasos prescritos y tiende a saltarse las aduanas interpuestas por los académicos y demás ateneístas. Pero lo único que consiguió es cimentarlo todavía más en las ideas propias, en esas pulsiones que van dominando el carácter según se crece para posteriormente impulsarlo hacia derroteros insospechados para ganarle el pulso a la posteridad.
Maupassant conservaba una mirada contradictoria que le hacía distinguir en la sociedad las fantasías y monstruos que habitaban en su interior. Lo externo sólo era un espejo en el que se reflejaba lo interno, adelantándose unas décadas al padre del psicoanálisis. «Todavía quedaban entre veinte o treinta años para que Sigmund Freud enunciara su teoría. Maupassant conocía el ambiente de los prostíbulos, que durante la belle époque no pertenecían a los bajos fondos, sino a los altos fondos. Ahí jugó un papel muy importante la parte introspectiva del autor, como ocurre, por ejemplo, en “El Horla”, donde el protagonista se ensimisma con los pensamientos que merodean por su cabeza. Esos temores no provienen de la acción exterior, sino de la conciencia», explica Mauro Armiño, que se ha encargado de la edición de los «Cuentos completos», de Guy de Maupassant, una monumental obra que publica Páginas de Espuma en dos volúmenes ilustrados, casi tres mil páginas, en las que se han incluido las historias originales tal como fueron concebidas, sin los desmanes que suele dejar la censura y con el añadido de una historia hasta ahora inédita en España: «La tos».
«No existen muchas complicaciones a la hora de traducirlo. Hay que tener en cuenta un hecho. Él escribía para los periódicos de la época. Eso modificó de manera definitiva su estilo. Le obligó a adoptar uno muy particular sin pomposidades ni barroquismos. Su escritura está impregnada de oralidad. Sólo de vez en cuando puedes encontrar alguna palabra bretona, un término de esa zona, pero nada más. Lo complicado en esta ocasión era reunir todos estos cuentos y su ordenación».
La influencia de la prensa resultó definitiva para la consolidación de una prosa, la del cuentista, que fue desprendiéndose de arbitrariedades y excesos hasta llegar a una prosa ósea, de músculo reducido, de esenciales.
Chéjov y Poe
«Tenía una mirada muy directa sobre la realidad circundante, la que le rodeaba de manera inmediata. Los otros dos grandes cuentistas del XIX, Poe y Chéjov, son muy distintos a él. En sus narraciones, Maupassant va directo al grano. No se entretiene. Sus cuentos son una fotografía fija en la que apenas hay intromisiones del autor. Aunque es cierto que contienen las principales ideas que sostenía, como es la crítica a la moral burguesa y la hipocresía, que, desde los griegos, parece que es un tema que nunca pasa de moda».
Una mirada compasiva
Mauro Armiño añade un matiz a su declaración: «Leía un suceso y, unos quince días después, Maupassanta ya lo había convertido en un cuento. Mantiene en todo instante un contacto muy estrecho con lo que ocurre. Es una característica que le distancia de Chéjov y Poe. Es cierto que este último también publicó en diarios. La diferencia es que, mientras Poe publica en periódicos, Maupassant escribió para ellos. Es una idea muy importante».
La sensibilidad que el escritor francés tiene para observar a la gente que se desenvuelve en su entorno condicionará su opinión. Maupassant, que se verá al final de sus días afectado por la locura (aunque el terror que recrea en sus páginas proviene de su fantaríasno de los delirios de ninguna enfermedad), conservaba una mirada compasiva por los seres que han sido desahuciados por la suerte. Aquellos que tienden a defenderse de las contrariedaes sin las armas que daban en esos años los privilegios de clase. «Él se fija en los pobres. De ese ambiente provienen las noticias de muertes, abortos, crímenes y accidentes. Lo interesante de él es que siempre sintió compasión por esas gentes».
El detalle
MÁS ALLÁ DE SU ÉPOCA
Hay escritores, como existen literaturas, que mantienen su vigencia. No importa el tiempo que haya transcurrido desde que se publicaron sus obras. Maupassant ha alentado la imaginación de los lectores desde entonces. En este siglo lleno de estímulos simultáneos, sus relatos todavía inquietan como el día en que se editaron. El dato que avala que todavía interesa es el éxito que ha tenido en Francia una serie basada en sus cuentos. Miles de espectadores han seguido los capítulos. La cuota de pantalla rompió las previsiones de los más optimistas. Y no es el único caso que prueba la actualidad de la que disfruta Maupassant. Hace poco se ha terminado el rodaje de «Bel Ami», basado en un libro suyo. Y, en la actualidad, en Madrid puede verse un montaje en la sala «Escalera de Jacob». Se llama «Relatos de terror» (en la foto). Y alguno de los que se escenifican es suyo.
Literatura periodística
Maupassant publicó sus narraciones, sobre todo, en dos periódicos: «Gil Blas» (en la imagen) y «Le Gaulois», aunque también salieron en un diario llamado «La revue populaire». Lo hizo de una manera continua, lo que le convirtió en un remero de sus propia prosa, ya que tenía que cumplir escrupulosamente con los plazos. Desde ese momento es un hombre amarrado a los contratos que ha contraído, lo que no le impidió disfrutar de una vida llena de ocio y tener múltiples conquistas (ahí está el volumen que reúnen sus historias sobre mujeres)
«Cuentos completos» G. de Maupassant - Páginas de espuma - 2.733 páginas. 89,30 euros.
Para Guy de Maupassant, la literatura nacía de los cauces de la realidad y la consciencia, que son los vectores por los que suele deslizarse lo imprevisto. La imaginación prende en la anécdota, en lo que resulta casual o fortuito, porque ahí está la génesis de todo lo que sorprende y desazona. Eso que viene a romper la rutina cotidiana y siempre le obliga a uno a fijarse en un detalle que había pasado desapercibido hasta ese momento. Y el escritor francés, que era un hombre de muchos mundos, un frecuentador de errabundajes y barrios diferentes, recurría a la noticia, el suceso, el rumor; a la habladuría y el chascarrillo de las gentes marginales o de los estratos más humildes, como en una especie de curiosidad dickensiana, para escribir sus relatos (estaba obligado a entregar dos cada semana) y así, de paso, ir consolidando ya obra y nombre.
El horror de la vida
Adivinó enseguida que en esas prosas vivenciales y cotidianas –que le llegaban por boca de las prostitutas o a través de los titulares de esas hojas volanderas que era el periodismo decimonónico– es en donde latía la vida real con todos sus mimbres habituales: horrores, tremendismos, miedos, ingratitudes, desgracias y esperanzas que agitan la sociedad. Gustave Flauvert, que hizo de mentor y de maestro, quería conducir sus pasos por los formalismos de la alta novela sin reparar en que la modernidad suele desviarse de los pasos prescritos y tiende a saltarse las aduanas interpuestas por los académicos y demás ateneístas. Pero lo único que consiguió es cimentarlo todavía más en las ideas propias, en esas pulsiones que van dominando el carácter según se crece para posteriormente impulsarlo hacia derroteros insospechados para ganarle el pulso a la posteridad.
Maupassant conservaba una mirada contradictoria que le hacía distinguir en la sociedad las fantasías y monstruos que habitaban en su interior. Lo externo sólo era un espejo en el que se reflejaba lo interno, adelantándose unas décadas al padre del psicoanálisis. «Todavía quedaban entre veinte o treinta años para que Sigmund Freud enunciara su teoría. Maupassant conocía el ambiente de los prostíbulos, que durante la belle époque no pertenecían a los bajos fondos, sino a los altos fondos. Ahí jugó un papel muy importante la parte introspectiva del autor, como ocurre, por ejemplo, en “El Horla”, donde el protagonista se ensimisma con los pensamientos que merodean por su cabeza. Esos temores no provienen de la acción exterior, sino de la conciencia», explica Mauro Armiño, que se ha encargado de la edición de los «Cuentos completos», de Guy de Maupassant, una monumental obra que publica Páginas de Espuma en dos volúmenes ilustrados, casi tres mil páginas, en las que se han incluido las historias originales tal como fueron concebidas, sin los desmanes que suele dejar la censura y con el añadido de una historia hasta ahora inédita en España: «La tos».
«No existen muchas complicaciones a la hora de traducirlo. Hay que tener en cuenta un hecho. Él escribía para los periódicos de la época. Eso modificó de manera definitiva su estilo. Le obligó a adoptar uno muy particular sin pomposidades ni barroquismos. Su escritura está impregnada de oralidad. Sólo de vez en cuando puedes encontrar alguna palabra bretona, un término de esa zona, pero nada más. Lo complicado en esta ocasión era reunir todos estos cuentos y su ordenación».
La influencia de la prensa resultó definitiva para la consolidación de una prosa, la del cuentista, que fue desprendiéndose de arbitrariedades y excesos hasta llegar a una prosa ósea, de músculo reducido, de esenciales.
Chéjov y Poe
«Tenía una mirada muy directa sobre la realidad circundante, la que le rodeaba de manera inmediata. Los otros dos grandes cuentistas del XIX, Poe y Chéjov, son muy distintos a él. En sus narraciones, Maupassant va directo al grano. No se entretiene. Sus cuentos son una fotografía fija en la que apenas hay intromisiones del autor. Aunque es cierto que contienen las principales ideas que sostenía, como es la crítica a la moral burguesa y la hipocresía, que, desde los griegos, parece que es un tema que nunca pasa de moda».
Una mirada compasiva
Mauro Armiño añade un matiz a su declaración: «Leía un suceso y, unos quince días después, Maupassanta ya lo había convertido en un cuento. Mantiene en todo instante un contacto muy estrecho con lo que ocurre. Es una característica que le distancia de Chéjov y Poe. Es cierto que este último también publicó en diarios. La diferencia es que, mientras Poe publica en periódicos, Maupassant escribió para ellos. Es una idea muy importante».
La sensibilidad que el escritor francés tiene para observar a la gente que se desenvuelve en su entorno condicionará su opinión. Maupassant, que se verá al final de sus días afectado por la locura (aunque el terror que recrea en sus páginas proviene de su fantaríasno de los delirios de ninguna enfermedad), conservaba una mirada compasiva por los seres que han sido desahuciados por la suerte. Aquellos que tienden a defenderse de las contrariedaes sin las armas que daban en esos años los privilegios de clase. «Él se fija en los pobres. De ese ambiente provienen las noticias de muertes, abortos, crímenes y accidentes. Lo interesante de él es que siempre sintió compasión por esas gentes».
El detalle
MÁS ALLÁ DE SU ÉPOCA
Hay escritores, como existen literaturas, que mantienen su vigencia. No importa el tiempo que haya transcurrido desde que se publicaron sus obras. Maupassant ha alentado la imaginación de los lectores desde entonces. En este siglo lleno de estímulos simultáneos, sus relatos todavía inquietan como el día en que se editaron. El dato que avala que todavía interesa es el éxito que ha tenido en Francia una serie basada en sus cuentos. Miles de espectadores han seguido los capítulos. La cuota de pantalla rompió las previsiones de los más optimistas. Y no es el único caso que prueba la actualidad de la que disfruta Maupassant. Hace poco se ha terminado el rodaje de «Bel Ami», basado en un libro suyo. Y, en la actualidad, en Madrid puede verse un montaje en la sala «Escalera de Jacob». Se llama «Relatos de terror» (en la foto). Y alguno de los que se escenifican es suyo.
Literatura periodística
Maupassant publicó sus narraciones, sobre todo, en dos periódicos: «Gil Blas» (en la imagen) y «Le Gaulois», aunque también salieron en un diario llamado «La revue populaire». Lo hizo de una manera continua, lo que le convirtió en un remero de sus propia prosa, ya que tenía que cumplir escrupulosamente con los plazos. Desde ese momento es un hombre amarrado a los contratos que ha contraído, lo que no le impidió disfrutar de una vida llena de ocio y tener múltiples conquistas (ahí está el volumen que reúnen sus historias sobre mujeres)
Publicados los cuentos completos de Guy de Maupassant, genio del relato (lavanguardia.com - EFE)
El amor, el odio, el crimen, lo fantástico, el terror y la locura son temas que recorren obsesivamente los algo más de 300 relatos que escribió el escritor francés
Libros
|
16/12/2011 -
Esta edición, publicada por Páginas de Espuma, constituye uno de los acontecimientos editoriales de la recta final del año y es una excelente ocasión para adentrarse en el universo narrativo de quien, en sus inicios como escritor, tuvo a Flaubert como "mentor absoluto" y reflejó con maestría la sociedad de su época, desde los estratos más humildes hasta los salones de la alta sociedad, según afirma Armiño en una entrevista con Efe.
En los años cuarenta, Aguilar publicó una edición de los cuentos completos de Maupassant (1850-1893), "pero faltaban algunos". Además, la traducción, realizada entre otros por Ruiz Contreras, "tenía los problemas propios de las de aquella época, cuando el traductor se consideraba también escritor" y ampliaba ciertos fragmentos, explica Armiño.
La censura hacía también de las suyas y cortaba algunas expresiones "por inconvenientes", comenta Mauro Armiño, que con anterioridad ha publicado en Valdemar cuentos del autor francés en diferentes antologías. Y hace unos meses sacó en Siruela los protagonizados por mujeres.
En la cuidada edición que ahora ve la luz, dos tomos en tapa dura con estuche, que contienen 301 cuentos y seis textos de Maupassant que son "a medias crónicas, a medias cuentos", además de índices temáticos y resúmenes de los argumentos, hay un relato inédito en España, "La tos", que se dejó fuera "por escatológico", señala Armiño, Premio Nacional de Traducción.
En los inicios literarios de Maupassant, Flaubert se convierte en "maestro, amigo, confidente y agente literario" del joven escritor, al que le refrenaba "su prisa por publicar" y no le permitió firmar con su nombre los primeros poemas y relatos, señala Armiño en la amplia introducción.
Flaubert lo instaba a trabajar más y a pensar en "cosas serias". "¡Demasiado remo! ¡Demasiadas putas! Usted ha nacido para hacer versos, siga su vocación", le decía el autor de "Madame Bovary". El artista debe "sacrificar todo al arte. La vida debe ser considerada por él como un medio nada más, y la primera persona de la que debe reírse es de sí mismo", le aconsejaba.
A partir de 1880, cuando Maupassant publicó Bola de sebo -"una obra maestra de composición, de comicidad, de observación", según Flaubert- el escritor se hizo famoso y muy rico. "Ganaba cantidades impensables hoy día; se compró yates, mansiones y se entregó de forma desaforada a la conquista de mujeres de todo tipo", comenta Armiño.
De los 30 a los 40 años, Maupassant, "el mejor cuentista de la época moderna, junto con Chéjov", en opinión del traductor, trabajó "de manera encarnizada" y llegó a publicar unas 3.000 páginas de cuentos, otras tantas de crónicas y más de dos mil de novelas.
Tenía un contrato con dos periódicos que le obligaba a hacer dos cuentos y dos crónicas semanales. Eso le influyó en el lenguaje de los textos, que debía ser "directo" y lo llevaba a acelerar la narración".
La sífilis, que Maupassant padecía desde joven, acabó con su ritmo desenfrenado de vida y de escritura. "Fue lo que lo mató porque aunque por fuera se curaba con bromuro, la sangre no la curaba y eso terminaba llevándolos a todos a la locura". Murió días antes de cumplir los 43 años, recuerda el traductor.
En sus cuentos Maupassant refleja "un panorama completo de las distintas clases sociales y del comportamiento humano" y ofrece "una gran mirada compasiva sobre la condición humana".
Su mundo narrativo está "poblado de pequeños seres narrativos en los que tan pronto anida el crimen como el amor, el realismo más grosero como la fantasía más sutil o descabellada", afirma Armiño.
Maupassant se adentra también con maestría en el alma de la mujer y recrea su situación a finales del XIX. Las convierte en "protagonistas de lo bueno y de lo malo" y por sus relatos pasan "desde la apasionadamente enamorada hasta la seducida, la engañada, la libertina y la cortesana".
Edmond de Goncourt consideraba a Maupassant un "talento de segundo orden", pero el tiempo no le dio la razón. Mientras que de Goncourt "lo único que ha quedado vivo son sus Diarios, el testimonio más sugerente y vivo, además de cotilla", de la Belle Époque, 150 años después "casi toda la obra de Maupassant sigue teniendo lectores", subraya el traductor.
Su vigencia se comprueba también en las adaptaciones de sus cuentos a la televisión francesa, que entre 2007 y 2009 lograron "una audiencia de más de ocho millones de espectadores" en la cadena pública France 2.
--------
Dr. Juan Miguel Borda Lapébie
Profesor Adjunto de Francés
Facultad de Humanidades y C.C. de la Comunicación - Universidad San Pablo-CEU
Profesor Adjunto de Francés
Facultad de Humanidades y C.C. de la Comunicación - Universidad San Pablo-CEU
I) UNA CONSAGRACIÓN LITERARIA TARDÍA
Encumbrado en vida, a partir de 1880, tras la publicación de Bola de Sebo - relato fraguado en el cenáculo naturalista de las Soirées de Médan,
en torno a la venerada figura de Émile Zola - y posteriormente
relegado, tras su muerte (1893), a un segundo plano, en lo que cabría
definirse como un inmerecido purgatorio de casi medio siglo, Guy de
Maupassant (1850-1893) viene a engrosar una larga lista de autores cuya
fama póstuma tardará en ser reconocida. Pese al exhaustivo estudio de
Edouard Maynial sobre la obra del autor, publicado trece años después de
su fallecimiento o la monumental biografía (1905) de Alberto Lumbroso,
seguida al poco tiempo, en 1911, de la personal semblanza sobre el
creador de Bel Ami (1885), trazada por su fiel mayordomo,
François Tassart, lo cierto es que el esplendor de este genial discípulo
de Flaubert, calificado por algunos como el Turgueniev francés, decaerá
progresivamente durante prácticamente la primera mitad del siglo XX.
Será considerado como un autor mundano con una obra menor de escasa
relevancia y por supuesto en nada comparable con el genio creativo de
algunos de sus contemporáneos como Flaubert, Victor Hugo o Zola. Sólo a
partir de la década de los 40, autores y críticos literarios empezarán a
interesarse por la obra de este escritor y a valorarla en su justa
medida: una escritura aparentemente llana y sencilla, reveladora sin
embargo de una compleja visión del mundo crudamente desgarrada, a imagen
y semejanza del propio autor, bon vivant, seductor incansable,
amante de la navegación fluvial y el terruño pero interiormente roto por
la sífilis, los graves trastornos nerviosos y la adicción a las drogas
que lo arrastrarán, como a su madre Laure y su hermano Hervé, a los
infiernos de la demencia, en los últimos años de su vida. Desde
entonces, han sido numerosos los estudios en torno a la vida y obra de
este escritor, planteados tanto desde una dimensión divulgativa - a
menudo de la mano de novelistas contemporáneos1,
autores de biografías principalmente dirigidas al gran público - como
científica, dominada por la aparición, en los setenta, en la emblemática
y prestigiosa Bibliothèque de la Pléiade de la editorial Gallimard, de los aproximadamente trescientos contes y nouvelles del météore,
en una magnífica edición crítica de dos tomos, anotada y comentada por
el profesor Louis Forestier. Dicha edición no será más que el preludio a
la publicación, en 1987, de la totalidad de la producción novelística
en la colección, dirigida por este mismo especialista.
II) DOS ESCRITURAS PARA UNA MISMA APREHENSIÓN DEL SER: LA DESINTEGRACIÓN DEL YO Y EL OTRO
Son precisamente algunos de estos cuentos, los adscritos al género
fantástico junto a otros de inspiración realista, de corte igualmente fantástico, como tendremos ocasión de ver, los que van a ser aquí objeto de estudio.
En primer lugar, cabe señalar que los textos específicamente
fantásticos no forman un corpus narrativo totalmente desligado de los
llamados relatos realistas. La tradicional imagen que, durante largo
tiempo, la crítica positivista ha ofrecido de Maupassant - un escritor
costumbrista del mundo rural y parisino - ajena a su alienante obsesión,
acrecentada en los últimos años de su vida por el tema de la locura y
el mundo de lo desconocido (apariciones, telepatía, magnetismo, ciencia
ficción, ocultismo...), tan presente en la literatura decadentista del
momento (J.K. Huysmans, J. Lorrain, C. Mendès...) no es del todo cierta.
En efecto, al igual que los cuentos fantásticos - El Horla (1886), La noche (1887), La máscara (1889), ¿Quién sabe? (1890)... - se nutren de lo Invisible o el Otro2
en cuyo contacto la integridad psíquica del yo se diluye en la locura,
los relatos realistas están también impregnados de otra dimensión
fantástica, distinta de la tradicional - subversión de las leyes físicas
del mundo material - desde una exploración mórbida de los insondables
abismos de la mente.
Los respectivos componentes míticos de ambas escrituras, lejos de
oponerse entre sí, no hacen sino erigirse en dos caras de una misma
moneda: la desintegración ontológica del ser, enfrentado a su propia
vulnerabilidad psicofisiológica (cuentos realistas y fantásticos) y la
presencia de maléficas fuerzas ocultas (cuentos fantásticos). No se
pueden separar por tanto los cuentos realistas marcados por aquello que
Zola o los Goncourt entendían como estudio clínico de lo humano, con sus
magistrales descripciones sociales y psicológicas de cuño freudiano avant la lettre
- instinto de destrucción, sentimiento de culpa, sexualidad, figura
dominante de la madre... - de los textos fantásticos que exploran
abismales y terroríficos fenómenos inaprehensibles por la razón ya que
ambos confluyen en un mismo enfoque mórbido de la existencia. Escritura
realista y escritura fantástica integran de este modo un único discurso
siempre dominado por un negro pesimismo finisecular, mezcla de un
corrosivo y mordaz escepticismo flaubertiano y de una no menos
demoledora representación del mundo, inspirada en la filosofía de
Schopenhauer3.
En segundo lugar y en relación con los cuentos fantásticos propiamente
dichos, cabe destacar igualmente, al margen de los ya mencionados, los
publicados en pleno estado de lucidez mental y en fechas aún
relativamente alejadas del dramático y fatal periodo final transcurrido
en Passy, en la trístemente célebre clínica psiquiátrica del doctor
Blanche4, lugar de acogida de numerosos artistas e
intelectuales de la época (Nerval, Teo Van Gogh, Gounod...). Si bien es
cierto que estos cuentos - La mano disecada (1875), Aguas del río (Sur l’eau) (1876), El miedo (1882), Aparición (1883), ¿Él? (1883), La mano (1883), La tuna (Mademoiselle Cocotte) (1883), La cabellera (1884), Un loco (1884), Carta de un loco
(1885) - se insertan en unas coordenadas genuinamente fantásticas no
menos cierto es también que el tono dramático de estos relatos no
alcanza ni mucho menos la tensión de los anteriormente mencionados. A
ello no es ajeno el factor cronológico, al igual que tampoco lo es la
propia estructura formal de éstos. En efecto, entre el primer grupo de
relatos fantásticos y el segundo, existe no sólo un marco biográfico
netamente diferenciado sino también una composición formal claramente
específica para una y otra época. La primera, más convencional y aún
apegada a los cánones al uso, recurre a la fórmula de la “historia
dentro de la historia” (relato marco y relato enmarcado), tan empleada,
por ejemplo, en la novela gótica. La mano, Aguas del río, La cabellera, El miedo...
componen de este modo un conjunto de relatos en los cuales un juez, un
abogado, un alienista...ceden la palabra a alguien que, en su sano
juicio o por el contrario completamente enajenado, ha vivido una
experiencia terrorífica. El miedo, la locura, aunque intensamente
vividos por los protagonistas, aparecen no obstante descritos, desde el
distanciamiento impuesto por este marco narrativo. Como subraya
Marie-Claire Bancquart en su estudio5, los temas
fantásticos plasmados en estos cuentos por el autor son vistos desde una
relativa exterioridad - relativa, ya que no hay que olvidar que en este
periodo ya asoma la enfermedad6 - por parte de un
atento seguidor o espectador de todo lo referente al ocultismo,
magnetismo, patologías psíquicas... al igual que otros muchos autores de
la época, también enganchados a cuestiones tan en boga. En este grupo
cabría incluir a Zola y los hermanos Goncourt y más concretamente sus
respectivas obras Germinie Lacerteux (1865) y Thérèse Raquin (1867). Relatos como El Horla, La noche..., regidos
por una narración directa, contienen en cambio un tono más crudo que
los convierte en un virtuoso ejercicio de catarsis de un ser que
progresiva e implacablemente se resiste a ser devorado por la locura y
para quien el acto de escritura se revela como único medio humano de
redención.
Resumiendo:
- un realismo fantástico
y un fantástico real e interior, en decorados corrientes y anodinos de
la vida cotidiana, marcados por un doloroso pesimismo existencial.
- dos registros narrativos (relato marco - relato enmarcado / narración directa) en los cuentos genuinamente fantásticos.
Ambos aspectos constitutivos del universo ficcional del taureau normand,
retomando la expresión de un biógrafo de Maupassant, Paul Morand,
habrán de ser obligatoriamente tenidos en cuenta a la hora de emprender
la lectura del elemento fantástico en los cuentos.
III) ESCRITURA Y ALIENACIÓN
1) Génesis de la alienación: soledad y miedo a lo desconocido
Más allá de una distinción tajante entre cuentos realistas y
fantásticos, tal vez se tendría que hablar en general de relatos de
angustia. Pero ante todo ¿cómo definir la noción de angustia en la
escritura maupassantiana? Desde unas coordenadas ontológicas
directamente inspiradas en los postulados filosóficos de Schopenhauer,
la primacía de la voluntad sobre las pasiones - defendida por el
cartesianismo y paradigmáticamente encarnada por el héroe corneliano: Soy dueño de mí como del universo; lo soy y quiero serlo,
exclama Augusto en Cinna (1640) - con sus términos ya radicalmente
subvertidos en la época romántica, sufre con el naturalismo un nuevo
desgaste. En efecto, al igual que para Schopenhauer todos los males del
hombre radican en su afán de existir, en Maupassant, discípulo de Zola,
la voluntad, fruto de los condicionantes fisiológicos de carácter
mórbido inherentes al ser humano, se objetiviza en manifestaciones
somáticas alienantes tales como el miedo, el instinto sexual o el
sufrimiento.
En este sentido, El Horla,
historia fantástica que narra en sus dos versiones, respectivamente
caracterizadas por estructuras narrativas opuestas (relato marco /
relato enmarcado en la de 1885 y narración directa en la de 1886), un
proceso de vampirización sufrido por el protagonista por parte de un
misterioso ser invisible, no es sino la más representativa ilustración
ficcional de la alienación de la voluntad del hombre a una fuerza
superior (el instinto). Si bien en el héroe romántico, la supeditación
de la Voluntad a los sentimientos supone un mayor acercamiento al Ideal,
como en el caso de Chateaubriand, en el que la pasión se erige en
catalizador del sentimiento religioso, o de Victor Hugo, a través de la
epopeya histórico-social de La légende des siècles (1859-1883),
en el naturalismo la contraposición Irracionalidad / Voluntad tiene otra
dimensión. Para Zola, ajeno a toda noción de trascendencia, el ser
humano, esclavo de la propia herencia genética y el entorno social, sólo
puede liberarse de este estado alienante mediante el socialismo y el
desarrollo de la ciencia; para Maupassant, ni siquiera. La fe en un
credo conducente a la redención del género humano queda automáticamente
abolida. El hombre, devorado por sus destructivos instintos así como por
ocultas fuerzas de carácter maligno, anuladores de su libertad, aparece
ante todo como víctima del limitado alcance de sus sentidos que le
impiden aprehender la naturaleza íntima del universo. De este modo,
retomando la idea de Thérèse y Fabrice Thumerel7, la
angustia del héroe maupassantiano se basa fundamentalmente en una
reflexión epistemológica que se repite en numerosas ocasiones a modo de leitmotiv:
“¡Qué
profundo es el misterio de lo invisible! Nuestra propia naturaleza no
puede sondarlo; nuestros ojos no saben percibir ni lo muy pequeño ni lo
muy grande, ni lo muy próximo ni lo muy lejano, ni los pobladores de una
estrella ni los pobladores de una gota de agua: nuestros oídos nos
mienten, porque nos transmiten las vibraciones del aire, formando
sonoras notas”.8
“Ahora
bien, además de que este ser exterior se nos escapa por sus
proporciones, su duración, sus propiedades innumerables e impenetrables,
sus orígenes, su porvenir y sus finalidades, nuestros órganos no nos
suministran sobre la pequeña porción del mismo que podemos conocer otra
cosa que informes tan inseguros como poco numerosos”.9
“Pero
no...pero no... yo soy a mi vez un animal; no lo comprenderíamos porque
nuestro espíritu sólo está hecho para comprender las cosas de esta
tierra; no puede extenderse más lejos; es limitado, como nuestra vida;
está encadenado a esta pequeña bola que nos lleva, y lo juzga todo por
comparación”.10
“Sólo
entramos en comunicación con las cosas por medio de nuestros miserables
sentidos, incompletos, tan débiles que apenas tienen la capacidad de
constatar lo que nos rodea”.11
Desde esta situación de precariedad existencial a la que le confina el
corto alcance de sus sentidos, fuente de un extenso corpus de
reflexiones inspiradas en otro gran filósofo, Herbert Spencer12
(1820-1903), casi tan importante para Maupassant como Schopenhauer, el
protagonista de los cuentos de Maupassant recurre a menudo a
determinadas “ciencias” (hipnotismo, magnetismo, astronomía,
filosofía...), único medio de paliar sus lagunas cognitivas. Éste no
consigue sin embargo más que agravar su estado, enfrentándose a
supuestas alucinaciones o cayendo en una irreversible demencia, como castigo a su transgresión prometeica de los límites de la realidad. En El Horla,
el atormentado narrador, en busca de una explicación a los extraños
acontecimientos que transcurren en su entorno, emprende la lectura del
tratado del doctor Hermann Herestauss sobre los habitantes ignorados del
mundo antiguo y moderno, observando al poco tiempo cómo las páginas del
libro van pasándose solas. Del mismo modo, Jacques Parent, protagonista
de Un loco, pierde irremediablemente la razón tras haber descubierto sus poderes magnéticos. Otro relato, Magnetismo (1882), hace referencia a los efectos nocivos de estos juegos de aprendiz de brujo, al evocar la figura de Charcot:
“En
cuanto al señor Charcot de quien se dice que es un sabio, me hace el
efecto de esos cuentistas como E.A. Poe, que acaban volviéndose locos, a
fuerza de meditar extraños casos de locura”.13
A este respecto, en relación con la astronomía y más en concreto los
temas de anticipación científica, cuyas obras de divulgación se
convierten en auténticos best seller del mercado editorial de la
época, conviene señalar igualmente que Maupassant, contemporáneo de
Julio Verne (1828-1905) y del astrónomo Camille Flammarion (1842-1925),
autor de La pluralité des mondes habités (1862), amplía su registro fantástico presentándose en dos de sus relatos, El Horla y El hombre de Marte (1888), como uno de los precursores de la literatura de ciencia ficción.
Esta desasosegada y descarnada representación del hombre, arrojado
desde su soledad cósmica a un mundo hostil, cruel espejismo de felicidad
regido por una concatenación de fuerzas adversas aliadas contra él,
tiene su corolario en la soledad afectiva. Ésta constituye la viga
maestra del andamiaje mítico de la escritura maupassantiana, actuando
como pórtico o acceso a lo fantástico, en el sentido amplio del término
al que ya hemos aludido. La soledad, generadora del miedo que desemboca a
su vez en el desmoronamiento de las certezas del mundo material, ocupa
así un lugar primordial en algunos cuentos como Soledad (1884), ¿Él?, El Horla, Paseo (1884) o ¿Quién sabe?:
“Me
sentía solo, abandonado; mi casa me pareció silenciosa, como nunca.
Envolvíame una soledad inmensa y desconsoladora. ¿Qué hacer? [...] Si
alguien estuviera conmigo, él no me turbaría. Turba mi soledad; le temo,
porque la soledad me acongoja”.14
“La soledad prolongada puebla de visiones el vacío”.15
“Hay
criaturas que no son afortunadas. Y de pronto como si un túpido velo se
hubiera desgarrado, descubrió la miseria, la grande, la monótona
miseria de su vida, la miseria pasada, la miseria presente, la miseria
futura; los últimos días parecidos a los primeros; nada en el porvenir,
nada en la memoria, nada alrededor, nada en su alma, nada para él en
parte alguna”.16
En la soledad, germina el miedo, cuyo fundamento puede hallarse en un mero estado de excitación nerviosa - El miedo, La hospedería (L’auberge) (1886), Aguas del río... - o en una lectura de lo acontecido en una hipotética clave sobrenatural (Aparición, ¿Él?, El Horla, La cabellera, La mano...).
En cualquier caso, el concepto de miedo aparece siempre subordinado en
Maupassant al conocimiento - miedo a lo desconocido - dentro de lo que
Marie-Claire Bancquart define como fantástico interior. Tal concepto nos remite a la irrupción de lo anómalo en lo cotidiano, con un planteamiento moderno de la escritura, avant la lettre, más emparentado con La Metamorfosis
de Kafka que con la hiperbólica iconografía romántica de los relatos de
Charles Nodier y Téophile Gautier, escritos unas décadas antes.
Creador y teórico de lo fantástico, Maupassant habla del miedo una y
otra vez a lo largo de toda su obra, en su doble condición de escritor
de ficción y articulista. Tal vez donde mejor analice este concepto sea
en El miedo y en su artículo Le Fantastique, publicado en Le Gaulois,
en octubre de 1883. En ambos textos, sobre la base del binomio
miedo-conocimiento, Maupassant se indigna de los devastadores efectos
del Progreso sobre las creencias fantásticas de la gente, en peligro de
extinción como consecuencia del implacable avance en las mentalidades
del positivismo cientista de la época del que se desmarca totalmente:
“Al
desaparecer lo sobrenatural, ha desaparecido de la tierra el verdadero
miedo, porque sólo se siente verdaderamente miedo de lo que no se
comprende”.17
“Lentamente,
desde hace veinte años, lo sobrenatural ha salido de nuestras almas. Se
ha evaporado como se evapora un perfume al abrir un frasco […] Dentro
de veinte años el miedo a lo irreal ni siquiera existirá en el campo.
Como consecuencia de ello, la literatura fantástica puede desaparecer.
[...] El arte del novelista se ha vuelto más sutil. Ronda alrededor de
lo sobrenatural en vez de introducirse directamente en él”.18
Caracterizado por la imbricación de lo misterioso o lo alienante en la realidad, este nuevo fantástico ronda
pues en casi todos los cuentos de Maupassant, como decíamos
anteriormente al cuestionar la tradicional dicotomía escritura realista /
escritura fantástica. Incluso los relatos genuinamente fantásticos ya
mencionados, inspirados en los componentes temáticos de la literatura
gótica y romántica - espectros, aparecidos, muertos vivientes, miembros
desprendidos del cuerpo que recobran vida misteriosamente, vampiros... -
se nutren igualmente de la mezcla misterio / realidad que no hace sino
suavizar su exagerado perfil. La alienación en su sentido más
etimológico de pertenencia al otro transcurre de este modo en un largo proceso sin retorno de disolución del yo, devorado por el mundo exterior.
2) Componentes míticos de la alienación
a) El elemento acuático como metáfora de la mujer
En relación con las coordenadas míticas de esta escritura alienante,
cabe analizar a continuación los elementos coadyuvantes que la
integran, constituidos por la figura femenina y el agua, así como por
una serie de objetos soporte, revestidos de una carga maléfica, entre
los que destaca el espejo ligado al tema del doble.
La representación de la mujer, erigida en Absoluto, en el marco de una
escritura alienante, de carácter marcadamente erotómano, se adscribe de
este modo a la categoría mítica del elemento acuático cuya liquidez la
convierte, en su contacto con la realidad, en objeto inaprehensible.
Cuentos como Magnetismo, La cabellera, Aparición, ¿Loco?, Un caso de divorcio (1886), La desconocida (1885), Carta que se encontró a un ahogado (1884), Soledad, Paseo, La pequeña Roque (1885), La mujer de Pablo (1881)... se apoyan así en el encantamiento femenino cuya metáfora es el agua.
En La cabellera,
el estado de arrobamiento al que se ve reducido el protagonista ante la
figura de la mujer se plasma en una semántica de la pasión claramente
líquida. La cabellera femenina, desencadenante de la locura del
protagonista, está representada como un caudal que se escurre entre los
dedos y bebe su sangre. Aparición se articula en torno a una ensoñación acuática de disolución ontológica: ante el espectro de la mujer, el alma del héroe desfallece, el corazón no palpita, el cuerpo se ablanda como una esponja19. Del mismo modo, el territorio mítico de la figura femenina en La mujer de Pablo y Un día de campo (1881) transcurre también en un entorno acuático. A orillas del Sena, en las guinguettes - la Grenouillère - inmortalizadas en los cuadros de Jean Renoir, lugar festivo de ebullición y desenfreno populares del París Belle Époque, la
voluptuosa caricia de la ensoñación amorosa se torna en amargo
despertar, en el primer relato, o en nostalgia de lo que pudo haber sido
y no fue, en el segundo. En La mujer de Pablo, la mujer-agua
arrastra a su presa al fondo del abismo a través de la ambigua
sexualidad de Madeleine. Ésta se caracteriza pues en el imaginario
maupassantiano por un carácter ambivalente apoyado en una dimensión, en
el plano ontológico, sucesivamente redentora (Ideal) y disolutiva
(Realidad), resumida en la siguiente declaración del protagonista de Un caso de divorcio:
“Ya
es mi mujer. Mientras la deseé de un modo ideal, fue para mí el ensueño
irrealizable que está a punto de convertirse en realidad. Desde el
segundo mismo que la tuve en mis brazos, ya no fue otra cosa que el ser
del que la Naturaleza ha echado mano para burlar todas mis esperanzas”.20
La ensoñación amorosa focalizada en el cuerpo femenino es, por tanto,
agua, pero agua fluvial, estanca, turbia, glauca. El agua mantiene
vedada al mundo exterior su acceso y quien franquea sus límites
prohibidos se ve inmediatamente absorbido por sus ocultas y traicioneras
corrientes. En la mujer se observa la misma dinámica actancial. El agua
fluvial se manifiesta en definitiva como representación metonímica de
un universo finisecular en descomposición, frente al fragor del espacio
oceánico vehemente pero noble de la escritura hugoliana, imagen
romántica de un nuevo albor. Es en Aguas del río y El miedo donde mejor se puede apreciar este encadenamiento metafórico agua-mujer-muerte. Sus protagonistas, un remero (Aguas del río) y un nadador (El miedo),
se enfrentan respectivamente al descubrimiento del cadáver de una mujer
que flota a la superficie del agua así como a la espectral aparición de
una anciana demente que pasa los días enteros bañándose en el río. En El Horla, se opera este mismo juego ambivalente del agua pero con un desplazamiento de la figura alienante del Otro -
encarnada en el relato en un misterioso Ser Superior venido al mundo a
exterminar al hombre - en unas coordenadas ideológicas próximas a la
teoría darwinista de la selección natural o ley del más fuerte:
“¡Ah!
El buitre hizo presa en la paloma; el lobo ha devorado a la oveja; el
león ha devorado al búfalo; el hombre ha matado al león con su cuchillo y
su carabina; pero el Horla puede hacer del hombre lo que hicimos del
caballo y el buey: su esclavo y su alimento, imponiéndole su voluntad.
¡Infelices de nosotros!”.21
De este modo, el elemento líquido, míticamente benéfico en dos momentos - inicio22 y mitad23
del relato - se convierte en agente disolutivo, materializado, por un
lado, en el río y, por otro, en el agua y la leche, misteriosamente
bebidos en el transcurso de la noche. A través de esta mutación, el Otro, el Horla - Hors de Là - toma posesión, en un largo y agónico proceso de vampirización, del cuerpo y la mente del protagonista.
b) El ser especular
En
cuanto al espejo, éste representa un elemento mítico clave de la
escritura maupassantiana. En su condición de figura alienante, al igual
que la mujer y el elemento acuático, su recurrente presencia en los
distintos relatos desempeña también una función ontológicamente
disolutiva. El espejo devora tanto a través de una imagen proyectada en
él, divergente de su fuente de proyección, como desde su ausencia de
reflejo. A la primera categoría pertenecen un gran número de cuentos. En
efecto, el héroe maupassantiano se revela ante todo como un ser
especular. Del espejo nace el Otro, definido por Bancquart como doble cronológicamente subvertido, surgido del inexorable paso del tiempo. En El señor Parent (1885), La señora Hermet (1887), ¡Adios! (1884), Esto se acabó (Fini) (1885)..., el héroe se siente joven pero se ve
viejo. El doble reflejado, en principio destinado a confirmar la propia
identidad del yo, no hace sino anularla diluyéndola en un proceso de
alienación, marcado por la transformación del yo en Otro.
La segunda vertiente disolutiva y alienante del espejo, constituida por el no reflejo y adscrita a relatos fantásticos tales como El Horla o Carta de un loco
tal vez sea la más compleja y rica. Está inspirada a la vez en el
género fantástico cuyo modelo literario se halla por ejemplo en la
figura de Drácula - Drácula carece también de reflejo especular - y en
el referente biográfico, marcado por los trastornos psíquicos del propio
autor.
El complejo y heterogéneo ensamblaje escritural constituido por los
cuentos de Maupassant plantea el constante problema de su adscripción a
un género literario concreto. Ello no impide sin embargo que del humor
al desasosiego, del realismo a la metafísica del mal, sólo haya un paso y
que en ambos polos encontremos frecuentemente una escritura marcada por
el elemento fantástico o la angustia. El universo ficcional a
menudo aparece dominado por la tragedia mostrando unos personajes
convertidos en seres irremediablemente condenados a muerte, devorados
por un mal profundo. Este miedo invencible a la desintegración física y
psíquica, acrecentado por una alienante y maléfica visión sobrenatural
de la existencia, así como por un desconsolado nihilismo, queda
reflejado en los poliformes cuadros de campesinos, prostitutas,
soldados, cazadores, aristócratas, mundanos, empleadillos... que
configuran ese microcosmos humano de los cuentos.
En Bel Ami,
Norbert de Varenne, alter ego de Schopenhauer, uno de los más genuinos
personajes del universo mítico del autor, resume magníficamente sin duda
alguna, en la siguiente reflexión, la mórbida y alienante condición del
héroe maupassantiano, inserto en un mundo percibido en términos de trampa24
cuyos rasgos míticos hemos intentado destacar y que ya esbozan de algún
modo los grandes temas del existencialismo sartriano de La nausea:
“La
siento en mí, dijo hablando de la muerte, como si llevara dentro una
bestia roedora. La he sentido poco a poco, cada mes, cada hora,
devorarme al igual que una casa que se desmorona. Se ha apoderado de mi
piel, de mis músculos, de mis dientes, de todo mi cuerpo de antaño,
dejándome sólo un alma desesperada que pronto será también arrebatada”.
NOTAS
[1] Entre otras muchas biografías, citaremos las siguientes:
BROCHIER, Jean-Jacques: Maupassant, 1er février 1880, Paris, JC Lattès, 1993.
FRÉBOURG, Olivier: Maupassant, le clandestin, Paris, Mercure de France, 2000.
MORAND, Paul: Vie de Guy de Maupassant, Paris, Flammarion, 1942.
TROYAT, Henri: Maupassant, Paris, Flammarion, 1989.
BROCHIER, Jean-Jacques: Maupassant, 1er février 1880, Paris, JC Lattès, 1993.
FRÉBOURG, Olivier: Maupassant, le clandestin, Paris, Mercure de France, 2000.
MORAND, Paul: Vie de Guy de Maupassant, Paris, Flammarion, 1942.
TROYAT, Henri: Maupassant, Paris, Flammarion, 1989.
[2] La aproximación que del autor hace Alberto Savinio en su ensayo Maupassant et l’Autre, cuya traducción del italiano ha sido publicada en 1977 por Gallimard ahonda precisamente en este aspecto.
[3] Maupassant cita a menudo en su obra a Schopenhauer, filósofo por el que profesa gran admiración. El relato Junto a un muerto constituye un ejemplo de ello: Filósofo
desengañado, ha derribado las creencias, las quimeras; ha destruido las
aspiraciones, ha asolado las confianzas de las almas, ha matado el
amor, abatiendo el culto ideal de las mujeres; ha destrozado las
ilusiones del corazón; realizó la obra más gigantesca de escepticismo
que pudo intentarse. (Guy de Maupassant: Obras completas, Vol. 2, Cuentos, Madrid, Aguilar, 1965, p.80.)
[4] La obra de Laure Murat - La maison du docteur Blanche, Paris, JC Lattès, 2001 - lleva a cabo un exhaustivo estudio historiográfico sobre esta emblemática clínica del siglo XIX.
[5] BANCQUART, Marie-Claire: Maupassant, conteur fantastique, Paris, Archives des Lettres Modernes, 1976.
[6]
En 1880, Maupassant alude en sus cartas a Flaubert a sus trastornos
físicos y psíquicos. Lo mismo hace con su amigo, el escritor Paul
Bourget, al que comenta que sufre pérdidas de memoria y alteraciones de
la conducta, como podemos comprobar en la siguiente confesión: Una de cada dos veces, cuando regreso a casa, veo mi doble.
[7] THUMEREL, Thérèse et Fabrice: Maupassant,Paris, Armand Colin, 1992.
[8] MAUPASSANT, Guy de: El Horla en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, Madrid, Aguilar, 1965, p.400.
[9] MAUPASSANT, Guy de: Carta de un loco en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, p.1427.
[10] MAUPASSANT, Guy de: El hombre de Marte en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, p.1437.
[11] MAUPASSANT, Guy de: ¿Un loco? en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, p. 840.
[12] En un artículo, publicado en el Gaulois, el 17 de abril de 1880, Maupassant escribe: A mi modo de ver, Schopenhauer y Spencer, poseen acerca de la vida ideas mucho más rectas que el ilustre autor de Los Miserables.
[13] MAUPASSANT, Guy de: Magnetismo en: Obras Completas (Vol.2), Cuentos, p.1088.
[14] MAUPASSANT, Guy de: ¿Él? en: Obras completas (Vol.2), Cuentos, p.350.
[15] MAUPASSANT, Guy de: El Horla en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, p.404.
[16] MAUPASSANT, Guy de: Paseo en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, p.827.
[17] MAUPASSANT, Guy de: El miedo en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, p.1378.
[18] Le Fantastique
[19] MAUPASSANT, Guy de: Aparición en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, p.1274.
[20] MAUPASSANT, Guy de: Un caso de divorcio en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, p. 982.
[21] MAUPASSANT, Guy de: El Horla en: Obras completas (Vol. 2), Cuentos, p.412.
[22] Ibid, p.399: Qué día tan delicioso [...] Adoro la casa donde me crié. Desde sus ventanas veo correr el Sena lamiendo la tapia de mi jardín, junto a la carretera.
[23] Ibid, p.407: Sería un absurdo preocuparse de lo sobrenatural en la isla de la Grenouillère.
[24] Tal es el término que utiliza Micheline Besnard-Coursodon para titular su interesante estudio sobre la obra de Maupassant: Le Piège, Nizet, 1973.
Juan Miguel Borda Lapébie 2003
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero24/otro.html
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario