viernes, 7 de enero de 2011

Alberto Collantes: Potito 7-1-11


El potito conflictivo

Palo Alto, en California, alberga la afamada Universidad de Stanford. En el Shopping de la ciudad se come bien en Creaming. Pido una hamburguesa con buena carne, acompañada de unas patatas fritas estupendas que sirven con algún borde del trozo con la cáscara sin pelar. Éste es el país de las patatas y los tomates, del chocolate y la vainilla, fina y riquísima, productos que trajeron a España Colón, Hernán Cortés y otros descubridores. Pero las guarniciones de todo tipo de verdura saben a jarabe o amargan. Aqui refinan tanto, que ni la sal sazona ni el azúcar endulza.
Enfrente tengo una mesa con una pareja, seguramente novios a juzgar por los gestos complacientes y tímidos de ella. Como todas las chinas, es bajita y regordeta, de cara con mofletes y mirada inexpresiva, y eso que ríe con ganas pero sin gracia. El novio, blanco, es guapete de cara, con mirada de panoli, de barba cerrada perfectamente rasurada. Enfrente del pringao, e invisible para mí, está su madre; luego, cuando salga, comprobaré que tiene cara de ser una suegra de armas tomar, cuando le toque. A la izquierda de la suegra se sienta el suegro, cuyo perfil muestra y demuestra de dónde procede la cara guapa del novio de la china, que podría ser japonesa, tailandesa, pequinesa, camboyana, taiwanesa, hongkonesa…, de toda la raza oriental hay muestras en la Bahía, e incluso vietnamita, que después de darles para el pelo allí a los de aquí, han venido a cortárselo en las peluquerías.
Al levantarse los cuatro, observo que la china camina parsimoniosa como si tuviera, como todas, los pies planos. Y la incipiente familia se va.
Mientras tanto, a la family nuestra le surge un problema: hay que calentar el potito para la pequeña. Tras un rato largo, que me va poniendo de los nervios, aparece la camarera después de varias manos levantadas sin resultado. “Dejarme solo”, les digo a mi wife (esposa) y a mi daughter (hija). Le pongo a la rubia cuarentona el potito en la mano. “Cold, please” (no es así, porque no me entiende, y Colt no es porque es un revólver del Fart West, Lejano Oeste: eso me lo sé de las pelis de vaqueros). “Hold, please” (tampoco: nai flowers, ni flores). “Hot, please” (todavía duda). “¡Que lo calientes, coño!”. Entonces siento sobre mí la mirada sorprendida de mi daughter, la mirada nada complaciente de quien tiene sobre mí mucho ascendiente (my wife) y la mirada reticente de la mesera (así lo dicen los mexicanos). Su face (cara) me mira de medio lado, levanta su mano (hand), llena de dedos llenos de anillos, y la acerca a my face: “Ésta me hace una cara nueva”, pienso mientras, glub, trago saliva y noto el calorcillo nada agradable de la mirada furibunda de my wife sobre mi nuca (nuca no sé decirlo en inglés, como otros cientos de palabras: a que se me nota).
La cuarentona nada culona coge el potito, y, altiva cual princesa ofendida, se va hacia la cocina y mira de soslayo mascullando algo en inglés, que oigo pero no entiendo. Ahora me siento como Mister Bean; pero, bueno, he salido indemne, he salvado el pellejo. Una vez más, he superado, con nota, mi genética facilidad para ir dando la nota (¿cómo se dirá esta frase en inglés?). Pues eso tampoco lo sé… ¡Mira que son difíciles de entender estos yanquis!

Alberto Collantes

No hay comentarios:

Publicar un comentario