jueves, 26 de abril de 2007

Alberto Collantes: LOS VISIGODOS, GRANDES PRECURSORES DE LA HISTORIA 04-07



LOS VISIGODOS, GRANDES PRECURSORES DE LA HISTORIA


Mi modesta y corta contribución a este encuentro literario sobre nuestros antepasados visigodos, va a ir encaminada a mostrar el carácter precursor, a lo largo de la Historia, de las andanzas y destemplanzas de los denostados visigodos, un pueblo que era, contra lo que se nos ha enseñado hasta hace poco, bastante más que una horda de guerreros, y que, por el contrario, fueron precursores de una incipiente organización del territorio, ahora llamado España, y entonces conocido como Hispania. La etimología del vocablo proviene de la unión del término germano west, oeste, y godo, es decir, los visigodos eran los godos del oeste, los germanos del oeste. Juan explicará mucho mejor que yo que este pueblo procedía de la difusa frontera entre lo­ que hoy es Dinamarca y el norte de Alemania.
En los últimos años, la arqueología medieval ha hallado restos del poblamiento visigodo, entre los siglos V y VII. Importante es el núcleo de Alcalá de Henares, y la necrópolis de Cacera de las Ranas (Aranjuez), en el valle del Tajo, con Fuente del Moro, Navalvillar y Chancho del Confesionario. En la capital (colonia Conde de Vallellano) se encontraron una fíbula y dos broches de cinturón del año 530-550, y un broche en el barrio de Tetuán de las Victorias.
No voy a caer en la estupidez de recordar el tesoro de Guarrazar, en el Museo Arqueológico Nacional. Pero sí debo animaros a todos a que vayáis a contemplar la impresionante, fascinante y fenomenalmente estructurada exposición de Toledo sobre el pueblo godo.
La primera curiosidad es que fueron precursores, en mi opinión, de una todavía imperfecta democracia, con sus intentos –tantas veces fallidos– de que la monarquía no fuera hereditaria. Pero, sobre todo, con la creación de una ciudad, Toledo, paradigma de las tres culturas, y que podríamos comparar, salvando las enormes diferencias culturales, económicas y de desarrollo, con la actual Unión Europea, ahora que se cumplen 50 años de su creación. Bien, era sólo un comienzo, pero algo diferente al concepto monolítico y totalitario del Imperio Romano.
La segunda curiosidad es que fueron precursores, por medio de Eurico en el año 476, de la abolición del derecho de costumbre y de venganza personal. Debo recordaros que esta perversa y antigua costumbre, basada en el Código de Hammurabi, hoy día aún se aplica por los musulmanes: eso del ojo por ojo y diente por diente. Ellos fueron, pues, precursores de esa corriente que ahora se denomina El Encuentro de las Dos Culturas o las Dos Civilizaciones.
La tercera curiosidad es lo que se denominaba Concilios, y parece que hubo 34. Contemplados desde la organización política actual, eran un anticipo de lo que ahora sería un Consejo de Ministros. Si bien estaban traspasados por el intento de abandono religioso del arrianismo. Un tema en el que me vais a permitir que no entre para no alargar mi charla.
La cuarta curiosidad es que entiendo que también fueron precursores de lo que luego sería conocido como Camino de Santiago. Porque todos sabemos que una parte de esta etnia, los suevos y los alanos, se extendió, de este a oeste de la Península, por toda la cornisa norte. Para guiarse, seguro que utilizaron como rumbo la Vía Láctea. Pero lo más importante, creo yo, es que con ellos empezaron a traer a la Hispania y la Lusitania nuevos vientos procedentes de Europa, con nuevas ideas y nuevos conceptos sociales. Lo mismo que ocurrió con el Camino de Santiago, a lo largo del cual penetraron en España ideas nuevas y construcciones y edificaciones –tanto humanas como arquitectónicas– que contribuyeron, en un proceso lento pero seguro, a sacar del atraso secular a un pueblo todavía adormecido. Dentro de este impulso precursor, los suevos llegaron hasta lo que ahora es Coimbra, el centro cultural y universitario por excelencia de la vecina Portugal. Que sí, que este emporio del saber, comparable a Salamanca, no lo impulsaron ellos. Pero, como de tantas otras cosas, fueron sus precursores.
La quinta curiosidad (y última para no cansaros) es que fueron precursores de las invasiones de los vikingos, con la salvedad de que el pueblo visigodo, que prácticamente desconocía la navegación o al menos no la practicaba, se extendió casi siempre por tierra, salvo los cruces geográficos imprescindibles o el paso de los grandes ríos. Los vikingos, por el contrario, iban a bordo de naves hechas con láminas superpuestas horizontalmente, lo que les confería una gran resistencia a las embravecidas olas, y, sobre todo, permitía que el fondo de sus barcos fuera casi plano. Así pudieron navegar por el río Ebro hasta Navarra, y apresar, en su día, a un rey navarro que liberaron, previo rescate. Y ya es sabido que, remontando el Guadalquivir, llegaron nada menos que hasta Córdoba. Rebasaría el marco de este encuentro literario hablar del descubrimiento de América, la existencia de cuyas tierras no debía caber ni en las mentes más osadas de los visigodos, un pueblo, no lo olvidemos, que se dedicaba básicamente a la agricultura, y que era migrante por la necesidad de encontrar nuevas y feraces tierras. Porque los visigodos, al igual que afirma El Cid en el poema de Jorge Guillén, podrían decir: “Por necesidad batallo, / y una vez puesto en la silla, / se va ensanchando Castilla / al paso de mi caballo”.


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